Desde el punto de vista de la ciencia política parece evidente que todo esto significa una ruptura en algunas de las tendencias que hemos podido observar durante muchos años: por ejemplo los partidos del modelo “catch-all”, los “Volksparteien” en alemán, pierden poco a poco la capacidad de integrar grandes partes de la sociedad. Desde los años ochenta el porcentaje sumado de SPD y CDU está bajando. Por otro lado, se ha constatado que los partidos pequeños, como los liberales, los verdes o los de la izquierda radical, suelen adaptarse mucho mejor a una sociedad más compleja. Sin embargo las ganancias de Ángela Merkel y de Peer Steinbrück, con casi mayoría absoluta de la canciller, parecen ser desmentidas con las pérdidas del partido liberal. Como en muchas ocasiones, la verdad no es tan simple. La victoria de Ángela Merkel ha tenido varias raíces.

Primero, el grado de participación en las elecciones se ha mantenido a un nivel comparativamente bajo. Solo un 71,5 % de los electores han entregado su voto. Esto supone una pequeña subida desde 2009, pero todavía es el segundo nivel más bajo de participación desde que existe la Bundesrepublik. En consecuencia, cuando uno toma en cuenta todos los electores (y no solamente los que votaron), Ángela Merkel llega solamente al 29,3 por ciento –menos de un tercio de los alemanes-. Peer Steinbrück y el SPD llegan al 18,2%, los verdes al 6% y el partido de la izquierda al 6,1 por ciento. Esto también significa que solo el 59,6 por ciento de todos los electores alemanes se encuentran representados en el parlamento nacional. Esto es porque todavía existe la barrera de cinco por ciento (la “Fünfprozenthürde”) para poder llegar al Parlamento. Esta vez, el partido liberal al igual que el partido AFD llegaron a 4,8 y 4,7 por ciento de los votos, no obteniendo ningún diputado. Junto con otros partidos muy pequeños más de un 15 por ciento de todos los votos no se ven representados en el Bundestag, más el 28,5% de los electores que no fueron a votar. Esto no es una prueba de confianza para el sistema de partidos en Alemania.

Segundo, el partido socialdemócrata todavía no se ha podido recuperar de su periodo de gobierno entre 1998 y 2009. Bien es verdad que han ganado votos en casi todos los sectores sociales de los votantes, y en casi todos los grupos sociales, edades y profesiones y ya son la segunda fuerza política. Pero todavía se encuentran muy lejos de la democracia cristiana de Ángela Merkel y lejos de poder formular una estrategia para llegar a liderar un gobierno. Los trabajadores y la gente de educación baja habían sido una fuente de apoyos para el SPD, y aunque también aquí han podido subir en votos, el verdadero partido de los trabajadores alemanes del 2013 es el de Ángela Merkel, que tiene el 35 % de apoyo entre los trabajadores alemanes. Hay solo dos grupos en los que el SPD sobrepasa el 30 %: las personas de educación baja y los hombres mayores de 60 años. En total, el SPD de 2013 no parece capaz de llegar a un nivel de votos que le lleve cerca de poder formar un gobierno socialdemócrata. Esto es también porque su estrategia de coalición durante los últimos años ha sido un proyecto rojo-verde junto con el partido de los verdes. El problema es que resultaba obvio que no tenía posibilidad de llegar a un 50 % de los votos y entonces hizo falta una estrategia realista de poder. Al final no han podido dejar claras las metas y motivaciones específicas de un gobierno de la socialdemocracia.

Tercero, la sociedad alemana no ha deseado un cambio de política o de la canciller. Mientras un 57% de los alemanes se muestran muy contentos con la democracia cristiana de Ángela Merkel, solo el 12% dicen lo mismo de su pareja de gobierno, el partido liberal. Y un 71% se sienten contentos con el trabajo político de la canciller Merkel –un valor más alto que para cualquier otro político alemán-. La razón para esto se puede encontrar en la situación general del nivel de vida. La mayoría de los alemanes se muestra muy contento con su situación personal y el entorno económico que estan viviendo. Casi ocho de cada diez alemanes dicen que su situación económica personal es buena o muy buena y tres cuartos opinan lo mismo sobre la situación económica de Alemania en general. Pero al mismo tiempo hay una percepción de crisis para los países vecinos y una conciencia colectiva de que la crisis europea todavía no está superada. Es decir: los alemanes todavía no se ven afectados personalmente por la crisis económica europea, pero temen que un día podría ser así. Más de la mitad están convencidos que lo peor de la crisis está todavía por venir y manifiestan una preocupación por sus ahorros.

Ante todo, en su política hacia Europa y hacia la crisis económica Ángela Merkel siempre ha tratado de presentarse como algo más que una canciller de la democracia cristiana, intentando subrayar que era una canciller independiente de los partidos que hace política más allá de las ideologías. Y es exactamente esta impresión la que ahora es valorada por los alemanes. Un 84% opinan que la canciller representa muy bien al país en el exterior –incluso el 75% de los simpatizantes de la socialdemocracia lo ven así y el 69% de los simpatizantes de los verdes-. Dos tercios de los alemanes opinan que ella hace “una política para el país y no para su partido”. Y cuatro de cada diez simpatizantes del SPD o de los verdes aprueban la política de la canciller ante la crisis de Europa. Esto indica que su estilo de hacer política y de tomar decisiones es lo que convence sobre todo a los alemanes y lo que les parece encontrar su deseo de estabilidad y prosperidad. Simplemente muchos alemanes no encontraron una razón para correr el riesgo de cambiar su canciller, porque temen que cualquier otro líder político no sea capaz de defender su vulnerable prosperidad en tiempos de crisis. Se trata de una mezcla entre agradecimiento y confianza.

Al partido liberal, como pareja política de Ángela Merkel desde 2009, se le han hecho exactamente estos reproches: que se ha preocupado solamente de su pequeña clientela y que, ante todo, en la política económica se ha mostrado incapaz e ineficiente. Más de un 80% de los exvotantes liberales tienen estas apreciaciones.

Sin embargo, un 51 % de los alemanes quieren que cualquier nuevo gobierno se preocupe más de las desigualdades sociales en la sociedad alemana –algo que normalmente está asociado más con los partidos de la izquierda-. Y solo la mitad de los alemanes encuentran que Alemania es una sociedad “justa”. Por ejemplo, una mayoría aplastante de los simpatizantes de todos los partidos –también de los liberales o de la democracia cristiana– demandan un sueldo mínimo, un proyecto que muchos conservadores han rechazado durante mucho tiempo. Todo esto lleva a una situación en la que la mayoría de los alemanes (57%) desearía un gobierno formado por la CDU de Ángela Merkel y el SPD. Tal gobierno es percibido como una mezcla entre la promesa de estabilidad de Ángela Merkel y una sociedad un poco más solidaria y menos desigual, pero sin el peligro de desestabilizar la economía.

Un gobierno entre la democracia cristiana y la socialdemocracia no solo parece el deseo de la mayoría de los alemanes, sino también la perspectiva más probable, aunque las experiencias que el SPD tiene sobre una cooperación con la CDU no han sido favorables. Para la política europea y las iniciativas ante la crisis económica una participación del SPD podría significar un pequeño cambio de enfoque. Aunque los partidos socialdemócratas son miembros de una familia internacionalista, a menudo no se comportan así una vez en el poder. Pero el SPD ha tratado de formular nuevas reglas y orientaciones para una comunidad europea que se fundamentan en una solidaridad más amplia. Un SPD en el poder tendría que probar que no fue solo retórica lo que postuló en la campaña electoral.

Ángela Merkel está interpretando el resultado de las elecciones como una fuerte afirmación de su política hasta ahora. Pero también han surgido nuevos grupos políticos como el AFD (Alternativa para Alemania) que demandan una política económica y europea mucho más estricta y neoliberal y que llegaron a sumar un 4,7 % de los votos. Esto también es algo que la Canciller va a considerar como un peligro. En definitiva, las señales del resultado de las elecciones son ambiguas.