La fiabilidad técnica es el principal caballo de batalla de buena parte de las Encuestas que se publican en España. En su mayoría, se trata de Encuestas baratas que se basan en poblaciones muestrales muy reducidas y que se realizan por teléfono y con escasos controles de calidad. Lo que hace muy difícil que sirvan para efectuar previsiones electorales mínimamente fiables. Sobre todo, en contextos tan volátiles y abiertos como los actuales.

El problema no solo es español. De hecho, durante 2014 la mayor parte de los pronósticos pre-electorales que se han realizado en los países donde se han celebrado elecciones han estado bastante equivocados. Algo que no se puede desechar que ocurra también en España durante el año 2015.

Las Encuestas basadas en un número reducido de entrevistas, en el mejor de los casos, tienen unos márgenes estadísticos de error muestral tan amplios que resulta difícil que atinen en sus previsiones. Por ejemplo, si en una Encuesta con 900 entrevistas se pronostica que un determinado partido puede tener un 25% de los votos, en el caso de que esta cifra no sea una “construcción proyectiva” (y, por lo tanto, simulada) de los que hacen la Encuesta, eso significa realmente que, si todos los trabajos de campo están bien hechos y supervisados, hay un 95,5% de probabilidades de que entre un 28% y un 22% de los electores voten por dicho partido. Si las probabilidades se estiman con un 99,7% de seguridad, por ejemplo, entonces el intervalo estaría entre el 29,5% y el 20,5%. ¡Nueve puntos respecto a veinticinco!

Todo ello en el caso de que estuviéramos ante escenarios duales (o bipartidistas) con dos bloques de respuestas posibles. Sin embargo, en contextos de un multipartidismo cada vez más abierto, como es el caso de España, los márgenes “teóricos” de error serían mucho más amplios. En algunos casos casi el doble.

En cualquier caso, todo esto no es sino una consideración estadística “teórica”, ya que lo fundamental en una Encuesta fiable es que en la selección de las poblaciones entrevistadas se efectúe mediante procedimientos estrictamente aleatorios, de forma que la muestra final de población entrevistada sea estructuralmente representativa del censo electoral de referencia. Algo que no se puede garantizar ni de lejos en las Encuestas telefónicas, en las que hay diversos sectores de población que están sub-representados o excluidos. Con los consiguientes problemas de representación y fiabilidad. De ahí los fallos de pronóstico que se dan, sobre todo, cuando las tendencias no están claras, ni son sencillas.

Una dificultad añadida de las Encuestas telefónicas es que a priori no se puede saber muy bien dónde se ubican espacialmente las personas entrevistadas (Comunidades Autónomas, ciudades, distritos censales, etc.), ni su edad, ni otras características personales. Y esto se ha agravado a medida que los viejos teléfonos fijos han ido siendo desplazados progresivamente por los teléfonos móviles, sobre todo entre sectores de población muy concretos.

Otro problema en las Encuestas telefónicas es que no se está viendo (físicamente) a la persona a la que se entrevista, y no se puede saber (o intuir) si nos dice la verdad en cuestiones tan básicas como su edad, su estatus social, sus preferencias y opiniones, etc. A lo cual se añaden otros problemas de contrastabilidad, supervisión, etc.

En definitiva, las Encuestas telefónicas –que pueden ser útiles para sondear asuntos sencillos de índole comercial y de otro tipo– tienen un valor dudoso como instrumentos “afinados” de pronóstico electoral, sobre todo en sociedades como la nuestra, en la que estamos siendo sometidos a una presión telefónica constante por parte de empresas muy agresivas que no cesan de llamar –e importunar– a todas las horas, y que han dado lugar a que la mayoría de la población sea bastante reacia a atender llamadas telefónicas de desconocidos, con lo cual determinados sectores de población –más ociosos y más politizados– son los que en mayor grado atienden este tipo de Encuestas. Con los sesgos correspondientes.

Llegados a este punto, habrá quién se pregunte… “pero si tienen tantos problemas, ¿por qué algunas veces (pocas) aciertan o se aproximan a los resultados electorales finales?”. La razón principal de la implantación práctica de las Encuestas telefónicas es de carácter económico: son mucho más baratas, fáciles y rápidas que las basadas en entrevistas domiciliarias. Su coste llega a ser cuatro o cinco veces menor que las Encuestas domiciliarias, al tiempo que se pueden efectuar en siete u ocho veces menos tiempo, ya que los sistemas de marcación telefónica automática y los/as teleoperadores/as van desechando (y sustituyendo) de manera instantánea y muy veloz las llamadas que no responden o no atienden a los encuestadores.

¿Cómo se explican algunas aproximaciones a la realidad en las Encuestas telefónicas más fiables? A veces, por simple coincidencia y acumulación de datos, sobre todo cuando las tendencias electorales son más claras y están más delimitadas. Otras veces es cuestión de azar y probabilidad, especialmente cuando las opciones se plantean en términos más duales: o estos o aquellos, o blanco o negro, o cara o cruz…

Y, si todo esto fuera poco como para desconfiar de determinado tipo de Encuestas telefónicas, en 2015 vamos a tener que estar prevenidos también de las “Encuesta señuelo”, presentadas y maquilladas (no solo “cocinadas”) al servicio de propósitos estratégicos muy concretos. Así, en los próximos meses vamos a asistir a una amplificación de determinadas estrategias de “comunicación sociológica” que ya han dado la cara en los últimos meses de 2014: en concreto, determinados sectores están procurando amplificar todo lo posible la potencialidad electoral de Podemos (que no es poca) con la finalidad de fijar una imagen de “partido ganador peligroso”, que asuste al electorado conservador hasta el punto de movilizarle de nuevo a favor del PP (“voto del miedo”).

Al mismo tiempo, se está intentando presentar al PSOE como un partido que no remonta (o incluso que desciende) y, por lo tanto, que ya no es en estos momentos una opción creíble y posible de gobierno autónomo alternativo al PP. De esta manera, se intenta que determinados electores deduzcan que la única opción para frenar a Podemos, a los separatistas y a los que cuestionan la Constitución de 1978 es “taparse las narices” y votar al PP (“voto útil”). Partido que ya está en campaña electoral y que intenta descolocar, des-autonomizar y erosionar al PSOE todo lo posible, para quedar en solitario en el escenario como el único partido con sentido –y posibilidad– de gobierno.

Consecuentemente, los estrategas electorales del PP están influyendo también (y lo harán crecientemente) en la instrumentalización y en los sesgos intencionados de algunas de las Encuestas que nos van a inundar durante el año crucial que ahora comienza.

A partir de este marco de problemas e intenciones, ¿qué es lo que puede quedar en claro –y ser útil– de toda la información sobre tendencias electorales que se están publicando? De eso nos ocuparemos en otro artículo.

José Félix Tezanos