El resultado de la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas ha supuesto un nuevo varapalo para el socialismo francés y un práctico certificado de desaparición para el comunismo, que no ha logrado superar la barrera del 5%.
El hecho de que los socialistas ni siquiera hayan revalidado los resultados de la primera vuelta de las presidenciales, sino que han bajado del 25,87% de los votos al 24,37% demuestra que se encuentran en una vía muerta y que aun no se están analizando las causas de fondo de un declive preocupante.
Paralelamente el bloque “conservador-bonapartista” liderado por Sarkozy, se afianza, hasta alcanzar un 42% de los votos, 11 puntos más que en la primera ronda de las presidenciales. La incorporación a su proyecto de líderes procedentes del centro, e incluso del centro-izquierda, ha demostrado una notable capacidad de polarización de apoyos, que ha afectado en primer lugar a los centristas que quedan reducidos a poco más del 7% – resultado digno, pero bastante insuficiente en Francia -, y en segundo lugar a las propias posibilidades de repunte de los socialistas. Por ello, los que esperaban que los votantes franceses apuntaran hacia un cierto equilibrio de fuerzas en el Parlamento, capaz de compensar el anterior voto Presidencial, se han vuelto a equivocar. Sin duda, las altas tasas de abstención (el 40%) en esta ocasión han incidido especialmente en las filas de la izquierda