Todas las mareas ciudadanas tienen en común un rasgo esencial que conviene no perder de vista: la forma en que plantean sus reivindicaciones. No están pidiendo derechos nuevos. No, lo que piden es que se mantengan derechos y servicios que ya existían. O que se recuperen tal como estaban hasta que la derecha, con el poder casi absoluto del PP, empezó a desguazarlos. Las mareas ciudadanas han surgido durante los dos años y pico que la derecha lleva, decretazo va y decretazo viene, destruyendo el sistema de protección social y servicios públicos que se había construido en España.
Esto nos lleva a una primera conclusión: esos derechos y servicios públicos no cayeron del cielo ni eran intocables independientemente de quién gobernase el país, como mucha gente pareció creer en algún momento. Ese sistema de protección y cohesión social se levantó palmo a palmo mediante decisiones políticas que plasmaban la voluntad mayoritaria de la ciudadanía, de la misma forma que son decisiones políticas las que lo están desmantelando. Y, si se tiene en cuenta que desde 1982 solo han gobernado el PSOE o el PP, y que el PP en cuanto ha tenido oportunidad se ha aplicado a la tarea de derruir los servicios públicos básicos, está claro que todo el progreso social que ha habido en España ha llegado con gobiernos socialistas. Es decir, las mareas ciudadanas reivindican el mantenimiento de la obra del PSOE.
De hecho, en las mareas participan muchos militantes, simpatizantes y votantes socialistas. Sin embargo, dentro del movimiento ciudadano también es frecuente escuchar voces que equiparan a los dos mayores partidos políticos del país, proclamando que son iguales con expresiones y eslóganes de peor o mejor gusto. Consignas que contradicen el sentido de su movilización, tanto por le época en que ésta se produce como por los motivos que la provocan. Y esto lleva a proponer una reflexión: ¿qué ha ocurrido para que una parte de la ciudadanía que, en lo esencial, defiende el modelo social que representa y ha construido un partido político le dedique a esta formación las mismas críticas que al partido que lo está destruyendo? ¿Por qué esa parte de la población se resiste a reconocer la acción del partido que, cuando gobernó, puso en pie el sistema social ahora defendido por las mareas y además le pide, entre críticas, que se sume al movimiento ciudadano?
En realidad, las mareas ciudadanas trasladan a la calle algo que también se percibe en los sondeos de opinión que se publican. Cuando las encuestas no se limitan a la intención de voto, se observa que los españoles, en una apreciable mayoría, son partidarios de mantener y fortalecer los servicios públicos que existían antes de la llegada de la derecha al poder. Pero si se les pregunta por sus preferencias electorales, esa mayoría social que se declara partidaria de los mismos postulados que defiende y ha puesto en práctica el PSOE cuando ha gobernado no se traduce en la misma proporción en un previsible apoyo a este partido en las urnas. Puede deducirse que una parte de la ciudadanía progresista del país o no reconoce el trabajo por el progreso realizado por los gobiernos socialistas o no confía del todo en que el PSOE vaya a defender su propia obra como estas personas esperan.
No es un mal punto de partida la coincidencia de postulados entre el PSOE y la mayoría de los ciudadanos en cuanto a los fundamentos esenciales del estado de protección social, derechos y servicios públicos que deseamos tener. Pero está claro que no basta. El PSOE necesita una estrategia eficaz para recuperar la identificación con sus siglas de muchas de esas personas que, compartiendo su modelo social, en este momento le manifiestan desapego o directamente hostilidad. Y esa parte de las mareas ciudadanas, y de la sociedad en general, que en el fondo defiende la obra del PSOE, aunque se resista a admitirlo, probablemente necesite un estímulo para pensar y tener claro qué partido va a reconstruir todo lo que esta legislatura del PP les está quitando.