Por razones no siempre bien fundamentadas, entre los ciudadanos españoles se ha generado una “ola de opinión” que tiende a valorar la actual situación económica de manera crítica, e incluso negativa. Las encuestas muestran que se piensa que la economía va mal –lo cual no es cierto en sentido estricto– y, lo que es peor, se tiene la percepción de que va a ir a peor, tanto para los encuestados en particular, como para España en general.

¿Qué consecuencias prácticas pueden tener estas percepciones para la propia marcha de la economía y para la distribución de los apoyos electorales? Para la marcha de la economía no será bueno, sobre todo en la medida que el debate pre-electoral dé lugar a una amplificación y exageración de los problemas económicos por parte de aquellos sectores que quieren erosionar las posiciones del gobierno. En ciencias sociales se suele hablar del “efecto Thomas” o “profecía que se tiende a cumplir”, para analizar aquellas situaciones en las que “basta que una situación sea creída como cierta por mucha gente –aunque no lo sea– para que acabe produciendo los mismos efectos que si fuera cierta”. Con la actual “ola de opinión” puede suceder lo mismo, sobre todo si el debate pre-electoral se produce de manera oportunista e irresponsable. Y ya se puede desgañitar el actual equipo económico, aportando todo tipo de datos y cifras, para intentar demostrar que las cosas van bien, que mientras persista la “ola de opinión” será harto difícil cambiar “de frente” la dirección y el ímpetu de las visiones críticas.

¿Por qué se está produciendo en España una “ola de opinión” tan crítica sobre la marcha de la economía, cuando acabamos de atravesar una de las etapas más brillantes en este campo? Sin duda, por razones no bien fundadas. Pero, aun así, haríamos mal si no intentáramos identificar algunas de las posibles razones de este negativismo. La subida desproporcionada de algunos precios de productos básicos, la escalada de los carburantes, la carestía de la vivienda, el retroceso en la capacidad adquisitiva de los salarios y la precarización de algunos empleos explican, entre otros factores, las dualizaciones perceptivas. Es decir, casi todo el mundo entiende que la Economía, en general, puede ir bien, aunque bastantes personas piensan que las cosas para ellos o para sus hijos, en particular, no van tan bien. Es como en el viejo chiste sobre la “econoMÍA” y la “econoSUYA”. Lo cual demuestra que, a partir de los enfoques económicos dominantes, algunos indicadores estadísticos “reificados” no siempre reflejan y traducen fielmente la manera en que les van las cosas a muchos ciudadanos. Lo cual constituye una dualidad de fondo, que se hace notar en mayor grado cuando empiezan a cambiar las tendencias económicas.

El famoso “¡es la economía, estúpido!” ha sido repetido hasta la saciedad para explicar los fallos de una campaña electoral que acabó ganando al final un candidato por el que pocos apostaban al principio. Esperemos que, dentro de poco, no haya que recordar a algunos. “¡es la opinión pública, estúpido!”.