El paro de larga duración, con más de 2.500.000 parados de este tipo en el año 2011, junto al aumento de los desahucios, con un record histórico para este mismo año de 58.241 y el aumento de la pobreza extrema están detrás de esta realidad (21,8% de la población residente en España está por debajo del umbral de riesgo de pobreza).

Además, las mujeres y los inmigrantes que se desenvuelven en el “sinhogarismo” han experimentado un empeoramiento respecto a la posición en la que se encontraban hace varios años. Están ya en fases avanzadas de exclusión social, son personas muy desarraigadas y es manifiesta la profunda complejidad de su problemática.

Cinco son, fundamentalmente, los nuevos perfiles de personas “sin hogar” detectados en las calles, albergues y centros de acogida dispuestos por la geografía española, observándose, en general, una mayor presencia de autóctonos y de mujeres.

En primer lugar, jóvenes, muchos de ellos procedentes de centros de menores y, consecuentemente, sin familia, que tras salir de los mismos no logran acceder a empleos. En segundo lugar, es creciente la presencia de nuevas familias “sin hogar” (españolas y extranjeras) golpeadas por la crisis y, en su mayor parte, desahuciadas. En tercer lugar, destacar a los inmigrantes de “nueva hornada”, que al perder su medio de vida y estar en el paro desde hace meses, incluso años, se han visto en la calle o en la necesidad de acogerse a los recursos sociales dispuestos para esta población. En este sentido es significativa la creciente presencia de sudamericanos en la red de atención de personas “sin hogar”, que antes no llegaban por la fortaleza de sus redes sociales de apoyo y a consecuencia de su inserción laboral. En cuarto lugar, cabe destacar casos, cada vez en mayor medida, de ancianos a los que su desarraigo familiar/social, las desatenciones asistenciales en las que se ven inmersos y la insuficiencia de plazas en residencias públicas para la tercera edad les han obligado a utilizar los dispositivos específicos para personas “sin hogar”. En quinto lugar, es también una realidad muy reciente, la vuelta del transeúnte, conceptualizado como la persona (española o inmigrante) que transita de un lugar a otro, con un ‘modus vivendi’ de mera supervivencia.

La actual situación está incrementando los riesgos de exclusión social para franjas cada vez más amplias de la población, de tal forma que si no se produce un cambio de tendencia, lo que está por llegar podría desbordar lo previsible y, desde luego, nos haría retroceder, en términos de ciudadanía a etapas lúgubres de nuestro pasado.