¿Por qué se pierde empleo en España mucho más rápidamente que en otros países europeos que están sufriendo una recesión económica más severa que la nuestra? Algo tiene que ver con ello, desde luego, nuestra mayor dependencia del ladrillo. Y el que una gran parte del empleo que tenemos está concentrado en sectores de muy bajo valor añadido. Pero seguramente es más determinante el que en España se recurre con mucha más facilidad que en otros países a la rescisión de los contratos. Este no es el patrón de comportamiento que utilizan algunos de nuestros socios comunitarios: en Alemania y en otros países de la UE el despido es el último ratio.
¿Es ello debido a que los empresarios de esos países tienen una mayor conciencia social? Puede que sea así y que ello influya, pero no parece que ese sea el elemento que determine un comportamiento tan diferente. La explicación fundamental hay que buscarla en sistemas de despido cuyo pilar central no es el precio de la rescisión del contrato y que, en su conjunto, resultan más protectores del empleo. Y, especialmente, en la existencia de mecanismos de negociación con las organizaciones sindicales y/o con los representantes legales de los trabajadores. También tiene que ver con el compromiso de las empresas en la recolocación de los trabajadores. Mecanismos, todos ellos, que están pensados para ser activados antes de recurrir a la ruptura laboral. Estos instrumentos alternativos se agrupan en torno a las denominadas tres R: retener, reclasificar, reubicar. En el caso español, las empresas recurren directamente a la cuarta R: rescindir; en otros países de la UE, sobre todo ante una crisis como la actual, tratan de activar primero las otras tres.
Varios países europeos, como Alemana y Francia, han favorecido acuerdos para mantener y retener el empleo. Mediante la reducción de las horas de trabajo (y, correspondientemente, del salario) la aplicación de subsidios de desempleo parcial y de subsidios de formación. O a través del establecimiento o ampliación de prestaciones de desempleo o de garantías de empleo para quienes no tienen derecho a otro tipo de prestaciones con aportación de ingresos. También están tratando de apuntalar el empleo con programas e iniciativas específicas para los grupos más vulnerables, como las mujeres que vuelven al mercado de trabajo tras una licencia de maternidad, los trabajadores inmigrantes y los jóvenes. Tomar iniciativas sobre este último colectivo es, en España, particularmente urgente. La situación de los jóvenes en nuestro país es de auténtica emergencia nacional. Según la encuesta de población activa del primer trimestre de este año 808.500 jóvenes entre 16 y 24 años están sin trabajo, 308.000 más que hace un año. De tal manera que la tasa de paro juvenil alcanza el 35,7% y la temporalidad en esa franja de edad es del 5l,7%. Es decir, el 87,4% de nuestros jóvenes está parado o es precario. A todo lo cual habría que añadir las cifras referidas al fracaso y abandono escolar, a la incomparablemente tardía emancipación de los jóvenes de los hogares en nuestra sociedad y al enorme porcentaje de jóvenes con salarios muy bajos.
En segundo lugar, recalificar profesionalmente. También en este campo podemos rastrear ejemplos interesantes de algunos países europeos que están realizando un gran esfuerzo de reclasificación profesional mediante grandes programas de formación, tanto para los parados como para los trabajadores en activo. Muchos de los trabajadores actuales van a tener que adquirir nuevas cualificaciones para poder mantenerse en el empleo o para encontrar empleo en otros sectores distintos a los que han estado trabajando hasta ahora. O para adecuarse profesionalmente a una transformación del modelo productivo que, por distintas razones, todos los países van a tener que acometer. Actuaciones de este tipo también se están planteando fuera de Europa: Canadá, por ejemplo, ha creado un fondo de 1.500 millones de dólares estadounidenses para la formación de los trabajadores despedidos. Para la eficacia de todas estas tareas, la renovación de los servicios de empleo resulta esencial.
Acuerdos y medidas, finalmente, para tratar de reubicar a los trabajadores. Mediante fórmulas de movilidad interna dentro de las empresas. O bien a través de programas que ofrecen un empleo o una actividad formativa a los jóvenes desempleados. Ante el incremento del desempleo juvenil incluso en algunos países, como Francia, se está ensayando la puesta en marcha de programas de utilidad social. En otros países se están poniendo en marcha iniciativas orientadas a recolocar en otros sectores productivos a los colectivos laborales especialmente afectados por el desempleo, como los inmigrantes. Igualmente, se intenta ampliar las oportunidades de empleo mediante el desarrollo de pequeñas empresas y del trabajo autónomo.
Pese a los positivos datos de la última encuesta de paro registrado, es de temer que el crecimiento débil se va a instalar durante algún tiempo. Hay que tener en cuenta, además, que la remontada del empleo es previsible que se produzca, como han puesto en evidencia anteriores crisis, bastante después de que se recupere el crecimiento económico. Por ello, además de sostener el crecimiento con planes de inversión, como el Fondo Estatal de Inversión Local, sería muy necesario que desde el diálogo social se impulsaran este otro tipo de medidas, como las que algunos de nuestros socios comunitarios están utilizando para retener, recualificar y reubicar a los trabajadores. Y para evitar, en todo lo posible, la pérdida de empleos.