Cuando ha pasado apenas un año de las elecciones Municipales y Autonómicas en Madrid, los dos candidatos vencedores de la derecha en el Ayuntamiento de Madrid y en la Comunidad de Madridya no ocupan los puestos para los que fueron elegidos. En un caso, Alberto Ruiz Gallardón abandonó la alcaldía para ser nombrado Ministro de Justicia, tras la victoria electoral del PP en noviembre de 2011. En el otro, Esperanza Aguirre presentaba su renuncia al cargo, aduciendo motivos personales, pero dejando entrever otras motivaciones de carácter político todavía no clarificadas, aunque con el tiempo lo serán.

Estos hechos ponen de relieve varias cuestiones. La primera, una de las disfunciones de las democracias actuales que consiste en la extensión de hiperliderazgos democráticos en todas las instituciones, independientemente de su ámbito de actuación. Éstos, si bien tienen una legitimidad democrática de origen, posteriormente, ante la concentración excesiva de poder que han ido acumulando, acaban debilitando las instituciones democráticas, porque alejan a los ciudadanos de sus representantes, asientan sus gobiernos en la falta de transparencia, y en el ordeno y mando.

Eso sí, todo ello, gastando cientos de millones de euros de los impuestos de los ciudadanos madrileños, en el caso que nos ocupa, en propaganda y conocimiento personal, para primero crear y después afianzar ese liderazgo. Un liderazgo de Esperanza Aguirre, no del partido político y sus ideas, que se consiguió centralizando la presencia mediática en ella y convirtiendo la política en un espectáculo fundamentalmente televisivo.

Pero que nadie se engañe, junto al espectáculo televisivo ha explotado el poder al servicio de sus fines en cada momento, con un populismo asentado en un control férreo del poder, basado en la sumisión a su jefatura y en el premio y el castigo. Todo ello, acompañado de un afán de prestigio y popularidad, donde una veces pretendían evocar a la heroína que siempre sale adelante (accidente de helicóptero, atentados en la India…), y otras una líder cercana a la gente y sus necesidades que se ocupa personalmente de todo.

Este ha sido el liderazgo ejercido por Esperanza Aguirre. Un liderazgo que se situaba, se sitúa y se situará por encima de la organización partidaria de la que forma parte. ¿Pero ahora qué? Pues ahora se seguirán escribiendo muchas conjeturas y también verdades sobre los porqués. Pero lo real, es que ya no es la Presidenta de la Comunidad de Madrid, con lo que significa de perdida de poder en su forma de ejercer, hasta este momento, su liderazgo.

Esperanza tendrá que cambiar, porque el liderazgo que podrá ejercer y ejercerá, será más de tipo moral ante cierto electorado del Partido Popular. Un liderazgo que ejercerá fuera de la arena política, pero que será público, para enlazar con los valores de esos seguidores, e intentar imponer su visión en el ámbito político.

Que le vaya bien en lo personal y familiar, en lo público ya veremos.