La incompetencia que están demostrando a la hora de combatir la crisis y el enorme desempleo viene acompañada de una toma de decisiones que responden a un ideario neoliberal de la economía. Se aprovecha la recesión para encubrir lo que realmente se pretende y es el favorecer el libre mercado, reducir los derechos de los trabajadores y los sociales, fomentar la privatización, y actuar de forma que se refuerce aun más si cabe el poder de los más ricos. La idea que algunos economistas y políticos mantienen de que enriquecer a los ricos nos enriquece a los demás, pues son ellos los que pueden invertir y crear empleo, queda desmontado muy bien por Ha-Joon Chang en el libro “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”,(Debate, 2012).

La ideología de lo que significa una toma de decisiones que se asienta en la expresión “No hay alternativa”, puesta en circulación en su día por Margaret Thatcher, y que se sigue usando actualmente, queda desenmascarada con los resultados que se derivan de la puesta en marcha de unas medidas de naturaleza neoliberal. Las consecuencias ya las hemos puesto de manifiesto en estas páginas de “sistema digital” en otras colaboraciones. En definitiva, se está logrando una sociedad más pobre, salvo una minoría que se enriquece, más desigual, y con los derechos disminuidos.

Las políticas de ajuste tienen efectos contractivos, como las experiencias históricas demuestran, y como se está manifestando en la Unión Europea (UE). Los errores detectados en los cálculos que se hicieron para justificar estas políticas han cuestionado estas proposiciones, a la vez que han puesto de manifiesto las equivocaciones, interesadas o no, de los estudios cuantitativos. Primero fueron los economistas del Fondo Monetario Internacional, que infravaloraron los efectos en la economía de una reducción del gasto público. En efecto, estimaron que el multiplicador de esa disminución del gasto era de 0,5 cuando en realidad era del 1,5. Esta estimación se acerca más a la realidad de lo que está sucediendo en la UE. Pero, si embargo, los dirigentes europeos no parecen haberse enterado y siguen ‘erre’ que ‘erre’ persistiendo en el error.

El otro gran error ha sido el estudio de Reinhart y Roggoff, que ha sido mencionado en estas páginas por Vicenç Navarro, y cuya conclusión principal era que a partir de una deuda pública superior al 90% del PIB, el crecimiento económico disminuía y caía en picado. En 2013, Thomas Herdon, un estudiante de doctorado de la Universidad de Massachusetts, con el apoyo de los profesores de dicha universidad, Michael Ash y Robert Pollin, pusieron en evidencia estos cálculos y cuestionaron la correlación inversa existente entre deuda y crecimiento. Este estudio está dando lugar a un debate entre académicos de Estados Unidos, del que aquí llega una parte pero no todo. Por ejemplo, aunque “El País” ha publicado la crítica de Krugman al mencionado estudio, posteriormente se han publicado las respuestas de Reinhart y Roggof, pero no de otros economistas que están participando en la controversia.

Por cierto, ya que citamos a Pollin, conviene mencionar que en 2003 publicó un libro, que en castellano se tradujo dos años más tarde, “Los contornos del declive” (Akal), que resulta muy ilustrativo por el análisis crítico que realizó sobre el desenvolvimiento de la economía de Estados Unidos, y en especial a la política económica de Clinton, que tras su aparente éxito estaba gestando ciertos males que años más tarde estallaron con la crisis. Aunque todo ello ocurrió más tarde de la publicación de la obra, no cabe duda de que en ella podemos encontrar los elementos que explican lo sucedido, al tiempo que demuestra que las cosas no iban tan bien como aparentaban. Además, hacía propuestas en positivo en el capítulo que denominó “Otra vía de desarrollo es posible”. Precisamente en el comienzo de este capítulo da una cita de Heilbroner: “La economía, que con demasiada frecuencia es un instrumento de engaño, puede servir también como instrumento de ilustración si la vemos como el medio con el que nos esforzamos por hacer de la moralidad una ciencia aplicada”.

En estos momentos, la economía convencional, las declaraciones de los dirigentes políticos y económicos, las recetas recomendadas, son ese instrumento de engaño que conviene desenmascarar. La economía vista desde otra perspectiva es un instrumento muy valioso para comprender la realidad y su funcionamiento. Para ello es necesario acudir a maestros del pasado más lejano (Clásicos, Marx, Veblen, Schumpeter, Keynes, Kalecki, Robinson, Dobb, por mencionar algunos) como del más reciente (Galbraith, Myrdal, Heilbroner, Sampedro, entre otros), y del presente (Sen, Pollin, Keen, Stiglitz), así como tantos que se sitúan al margen de la economía ortodoxa.

La reducción del déficit no puede ponerse por encima de los derechos de las gentes, sobre todo cuando se entiende solamente como recortes del gasto público sin que se plantee una subida de los impuestos a los más ricos, se luche contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales, y encima, por si fuera poco, se lleve a cabo una amnistía de los defraudadores. Se hace una reforma laboral que posibilita el despido y no la creación de empleo y se deja a miles de personas en la calle sin vivienda, incumpliendo artículos de la Constitución española, a la que tanto se acude como texto sagrado cuando conviene.

Por esto, la gran tarea es recordar que la economía es una ciencia social, cuyo objetivo debe ser el conseguir el avance hacia una sociedad mejor. Y no poner unos objetivos macroeconómicos por encima de todo lo demás, al hacer pasar estos fines más que dudosos como una apisonadora sobre el Estado de bienestar y el nivel de vida de la mayoría de la población. Hace unos años, Sen y Klisberg publicaron precisamente un libro con el ilustrativo título “Primero la gente” (Deusto, 2008) que recojo en parte en el titular de este artículo. Sí, primero la gente y no traten de engañarnos con mitos económicos falsos.