En segundo lugar, los recortes que se aplican de forma drástica e injustificada al Estado de Bienestar repercutirán directamente en la autonomía de la mujer, en su capacidad de organizar y compatibilizar la vida privada y laboral. La retirada de las ayudas a la dependencia no sólo afecta a los dependientes, sino que, en segundo lugar, devuelve a la mujer al cuidado de los familiares a su cargo. Igualmente ocurre con los recortes en educación: no seguir apostando por las escuelas infantiles de 0 a 3 años, reducir o anular las becas de comedor, etc. ¿Hace falta que pregunte en voz alta quién será la persona encargada de hacerse cargo de cuidados, comidas y atenciones de los dependientes y menores? Por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por razones familiares lo hacen 27 mujeres, o el 83% de personas que cuidan a un dependiente es mujer. Durante siglos, con la excusa de la separación de los ámbitos público-privado y la habilidad diferenciada entre hombre-mujer, el Estado ha eludido sus responsabilidades, encontrando en la mujer una mano de obra callada, sumisa, barata y educada para tales fines.
En tercer lugar, sufrimos una involución conservadora con las nuevas leyes que el PP pretende poner en marcha. Cuando aún no hemos conseguido construir una sociedad que eduque a compartir las tareas domésticas, cuando todavía la mujer duplica sus horas de trabajo dentro y fuera del hogar, cuando los últimos informes de la Federación de Mujeres Progresistas alertan del negativo retroceso cultural que se produce entre los adolescentes que copian lo que socialmente ven, cuando la prensa sigue utilizando como ingreso económico anuncios de prostitución detrás de los que se ocultan negocios de mafias y extorsión, cuando seguimos sufriendo la violencia de género como un mal endémico, cuando aún queda tanto camino por avanzar, el Gobierno de Rajoy comienza una cruzada contra derechos que ayudaban a romper las cadenas de la mujer. Estamos en una sociedad que no se hace responsable de la maternidad, pero en cambio se permite interferir moral y legalmente sobre las decisiones individuales de la mujer cuando decide no ser madre o interrumpir su embarazo, ¿quién está legitimado para obligar a aceptar una maternidad no deseada?
Pero el futuro de la mujer está inexorablemente unido al futuro de Europa.
Europa ha sido un referente mundial en la construcción de sus democracias, en sus constituciones políticas y sus derechos, en su progreso y su bienestar, en la ética y sus valores. Las conquistas individuales y colectivas de la mujer han sido un producto político, social y cultural europeo. Pero hoy Europa se encuentra en una difícil encrucijada: patas arriba su economía, poniendo en entredicho su democracia, amenazando a la ciudadanía y sus derechos laborales, produciéndose un retroceso en el bienestar y las conquistas adquiridas. Europa no es hoy el centro del mundo. Y, después de esta crisis, ¿seguiremos capacitados para dar lecciones de ética política, de democracia y libertades, de constituciones y derechos?
Nuestros roles históricos han sido productos culturales que se han transmitido desde Aristóteles, Confucio, Nietzsche, Molière, San Agustín o el propio Kant, padre de la racionalidad, “la virtud de la mujer es una virtud bella, la del sexo masculino noble. La mujer evita el mal no por injusto sino por feo. Nada de deber, nada de necesidad, nada de obligación”. Lecciones culturales que se han transmitido de generación en generación a través de leyes, clases o cuentos infantiles para que la mujer aceptara que su “burka” social era un hecho innato, producto de sus habilidades, porque Dios así lo ha querido, o sencillamente por nuestro bien.
Los logros de la mujer han sido abonados gracias al Estado de Bienestar en todas sus facetas (económica, social, cultural, de prestaciones). Nosotras somos también una conquista del Estado de Bienestar de Europa. Y aún no habíamos llegado al final de la meta, cuando ya empezamos a retroceder.