Y heridos están todos ellos, en mayor o menor medida, y su salud se ha visto también repercutida por un sistema que no les valora y les arroja fuera de los márgenes de la sociedad. No hay dudas, la pobreza y la exclusión desgastan la salud de los que la padecen.

Según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, a consecuencia de la crisis, se han incrementado entre la población las enfermedades psicosomáticas como la dispepsia funcional, acúfenos, fatiga o dolor crónico, desencadenadas por situaciones de estrés y trastornos de ansiedad y depresión.

En este sentido, para la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, el desempleo es uno de los factores que más negativamente revierte sobre la autoestima de las personas y predispone a trastornos como la ansiedad, la depresión, el consumo de sustancias psicoactivas e incluso el suicidio. Psicólogos sin Fronteras lleva alertando desde hace tiempo sobre el aumento en un 25% del número de personas que necesitan atención psicológica, de las cuales tan solo la reciben entre el 20 y 25%, ya que muchas no acuden al psicólogo o psiquiatra por el estigma social asociado.

En una España de recortes sanitarios continuados, si tenemos en cuenta que, según la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades mentales suponen entre el 3 y 4% del PIB, y atañen a más de un millón de personas tan solo en nuestro país, nos enfrentamos a una situación difícil, pues en estos momentos la asistencia psicológica y/o psiquiátrica es de extraordinaria importancia para tratar los trastornos en personas vulnerables. Por otro lado, los especialistas también alertan sobre que cualquier circunstancia estresante puede acentuar una patología mental y que en el contexto actual los enfermos corren el riesgo de empeorar su estado general ante la falta de una atención adecuada o en el caso de que las organizaciones que les apoyan se vean obligadas a cerrar por falta de fondos.

Pero también se ha constatado que la crisis ha provocado un aumento de las enfermedades cardiovasculares, asociadas al descenso de la renta de las familias, la precariedad laboral y la disminución del gasto sanitario. Para José Ramón González-Juanatey, presidente de la Sociedad Española de Cardiología, en declaraciones recientes, a instancias de la celebración a principios de septiembre del Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología, “el desempleo genera mucho estrés, la pobreza genera estrés”.

De hecho, un estudio alemán presentado en el precitado congreso constató que el estrés y la depresión son malos aliados de las enfermedades cardiovasculares, de forma que los pacientes que sufren insuficiencia cardiaca y además están depresivos tienen pronósticos peores y más probabilidad de fallecer a consecuencia de la enfermedad cardiaca. Este trabajo concluye que un 30% de los pacientes con insuficiencia cardiaca tienen depresión y que de ellos un 26,9% muere a causa de la enfermedad cardiovascular pasado un año y medio. También según esta investigación, cuando una persona joven es diagnosticada de una insuficiencia cardiaca, y se ve obligada a dejar su vida laboral, de relación social…. entra en una dinámica de alteración de su vida psicosocial, lo cual facilita la aparición de ansiedad y depresión. De igual modo, por tanto, es comprensible que las personas que pierden su trabajo, están en paro o viven situaciones límites derivadas de la falta de expectativas para ellos y sus familias, sean más propensas a padecer patologías cardiacas. Y, por último, algunos trabajos presentados a este congreso refirieron que el estrés multiplica el riesgo de hipertensión, de infarto de miocardio o ictus.

En nuestro país, la realidad resulta alarmante, pues según los últimos datos disponibles, relativos al año 2012, se ha producido una frenada de la reducción de la mortalidad cardiovascular, que González-Juanatey atribuye al impacto de los recortes en las políticas sociales y a la cuasi desaparición de las ayudas a la ley de dependencia, que han perjudicado a las personas y sectores sociales más débiles, en concreto, a su calidad de vida y a su propia esperanza de vida.

De mayor gravedad, en términos de fracaso como sociedad, son los suicidios (10 suicidios diarios en España), tras los cuáles, hay, según un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud, además de factores individuales y de diversa naturaleza, la enfermedad mental y el estrés vinculado a la falta de seguridad económica y laboral de los ciudadanos, e incluso a las dificultades que muchos tienen a la hora de acceder a la atención de salud y recibir la asistencia necesaria. Problemáticas, como hemos planteado anteriormente, propias de los malos tiempos por los que transitamos.

Y emulando al poeta Pablo Neruda:

“Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano”.

A lo que añadiría, que con una paciencia que busque en su camino alcanzar una justicia y dignidad para los seres humanos lo suficientemente robustas y sin vuelta atrás.