Uno de los aspectos más paradójicos de la crisis que se está viviendo consiste, precisamente, en el papel que han tenido en sus orígenes desencadenantes algunas formas de proceder engañosas y nada escrupulosas de importantes entidades bancarias que, mientras se enriquecían desmedidamente, colocaban a sus clientes productos financieros que, como luego se ha visto, eran un auténtico fraude. De esta manera su enriquecimiento acabó corriendo paralelo a las pérdidas de los clientes que se habían dejado engatusar por estos productos financieros. De ahí la pertinencia de que los tribunales acaben pronunciándose sobre tales maneras de proceder y que, al igual que ocurre en otros campos, quede claro que aquel que la hace la paga.
La opinión pública, sin duda, estaba esperando una iniciativa de este tipo, que dejara claro que las leyes deben cumplirse y que un orden social civilizado no puede ser un campo abierto a la comisión impune de cualquier tipo de tropelía económica y financiera. Así también se lucha contra las crisis económicas y sus efectos perversos.