¿De verdad es normal el “Entramado Bárcenas”, que suena ya a culebrón de serie televisiva al estilo Mario Conde, de paso que se reescribe la historia? ¿De verdad es normal que en un país democrático se esté tramitando la Ley de Transparencia por el mismo Gobierno que está sentado en un polvorín de corrupción y de financiación irregular? ¿De verdad es normal que el Presidente del Gobierno, sobre el que están puestos todos los ojos de las cuentas en Suiza, los sobresueldos y los maletines, no comparezca en el Parlamento?
¿Todo esto es normal o es que “Spain is different”?
En cualquier país del mundo hay corrupción porque hay pecado y pecadores (seguro que esto le gusta al ministro Wert, pues todavía me han quedado reminiscencias de mi aprendizaje católico), pero según el grado de asentamiento de la Democracia, se resuelve de una u otra manera. Por ejemplo, en los países dictatoriales o con grados débiles de participación política democrática, la corrupción anida en todas las tuberías del sistema, convirtiéndose en algo pegajoso como un chicle que uno se lo encuentra allí donde va, a veces de forma tan escandalosa y llamativa, que sabes que “la mordida” la entregas directamente a los representantes de la ley; en los países con democracias fuertes y asentadas, la corrupción aparece, se juzga y el sistema reacciona, asumiendo responsabilidades, véase casos tan nimios como un ministro alemán que copia una tesis doctoral o casos mayores como los gastos contraídos por parlamentarios ingleses. Pero siempre se pide perdón y se dimite.
¿Dónde se encuentra España? Tal y como estamos viendo, más parecido a “la mordida”, eso sí, de lujo, con maletines, cuentas en Suiza, mesa y mantel en restaurantes caros, entramado de cuentas B, sobresueldos por doquier para silenciar y fidelizar a los cargos, … pero encima se pretende vestir con parlamentarismo democrático, para hacer creer que lo que vemos no lo vemos, que la verdad no es verdad, que lo que se cuenta en los periódicos es mentira, que el ladrón no es Bárcenas sino los otros, que el PP no tiene corrupción sino que es el más transparente, que Rajoy es el más listo pero no sabe nada (y por eso es tonto o se lo hace). Porque así, uno puede actuar saltándose toda la reglamentación democrática, violando las normas básicas de la ética del comportamiento, y además, no ASUMIR NINGUNA RESPONSABILIDAD POLÍTICA.
Porque éste es el punto de diferencia en una sociedad verdaderamente democrática: asumir la responsabilidad. Todo el mundo asume la responsabilidad de sus acciones, con un grado diferente en función de si ha cometido un error o es culpable, pero todos tenemos conciencia, e incluso sabemos cuándo hemos reñido a nuestros hijos con o sin razón, o cuando hemos hecho mal o bien nuestro trabajo, o cuándo hemos cometido un despiste o error, o cuándo somos realmente culpables y conscientes de lo que hacemos.
Pero el PP ha inventado, desde hace muchos y muchos años, una nueva modalidad, que no tiene paradigma en ningún otro país, que bordea continuamente las líneas de la corruptela, que chapotea en la mentira y la demagogia, en las medias verdades como “travesura” política, en “el todo vale” para ganar el poder. En un juego peligroso e inmoral del cual ahora para salir adelante sólo pueden hacernos creer que así es España, que los españoles somos de esa manera: ¡que cualquiera hubiera hecho lo mismo que Bárcenas!
Este es el combate moral que la sociedad española tiene ahora mismo que defender: hemos de demostrar que no somos corruptos, que no es cierto que el PP sea el partido que más se parece a los españoles, que hay miles de personas que están sufriendo las decisiones injustas que el Gobierno está tomando en nombre de una crisis económica sin precedentes, y que somos millones los españoles honrados que estamos ahora pagando con nuestros impuestos y nuestro esfuerzo las barbaridades políticas, los caprichos, la demagogia, la locura borracha de creerse invencibles, y la corrupción.
Dice el portavoz del PP que “los dejemos que ellos limpien sus trapos sucios dentro de casa” (refiriéndose al caso Bárcenas), pero no puede ser porque somos nosotros los que estamos pagando sus fechorías, los que hemos pagado sus sobresueldos, los que ahora pagamos “la marca España” de la corrupción y la mentira, los que ya no confiamos en el sistema por culpa de los vicios descubiertos. No se puede acordar ni pactar una Ley de Transparencia mientras no se asuma una de las premisas básicas de la Democracia Política: asumir responsabilidades políticas. Y eso es justo lo que Rajoy y el PP quieren evitar.