Pero no sólo esto: en los días siguientes a la jornada electoral, o quizás ya el mismo día, entre los perdedores empieza también a aparecer gente feliz. Se trata de gente que surge de la derrota, como aves fenix, dispuestos a sustituir a los líderes derrotados para aspirar a ganar en las siguientes elecciones.
Y que conste, antes de seguir adelante en esta reflexión, que estoy hablando de aves fenix y no de buitres. Es decir, no presupongo a esas personas con deseos previos de derrota sino con reflejos suficientes para resucitar entre los derrotados y aprestarse a un nuevo periodo de esperanza. Aunque tampoco descarto algún ejemplar de ave rapaz en el hábitat.
Por ello, los líderes políticos deberían cuidarse de los idus de marzo. Sobre todo en el próximo marzo, cuando las principales casas de apuestas vaticinan un resultado apretado.
Las encuestas pre-electorales pueden dar pistas sobre los candidatos a hacer de Julio César. El máximo favorito es el líder de un partido político mucho peor valorado que su propio partido, es decir Mariano Rajoy. Si es verdad que el PP pierde por poco, mucha gente en ese partido va a pensar que, con otro líder, podrían haber ganado.
Claro que, en caso de que el PSOE no gane, también habrá en ese partido quien recrimine a Rodríguez Zapatero el no haber sabido conservar la posición política obtenida hace cuatro años y se le recitará la lista de errores cometidos.
Cosa que, a buen seguro, le podría ocurrir también a Llamazares si no consigue recoger los votos de izquierda que abandonen al PSOE. En esta coalición tampoco suelen escasear los riesgos de crítica para sus líderes para que, en una situación así, aquel se pudiera sentir seguro.
La única que parece no correr riesgos en este sentido es Rosa Díez, ya que, al no esperarse que defraude en sus expectativas electorales, tampoco parece probable que nadie pueda después reclamarle nada. Ni tampoco en los partidos nacionalistas, que pueden decir que su reino no es de este mundo, es de esperarse la tragedia en caso de depresión electoral.
Por tanto podría ahora reeditarse el warning que le hizo el adivino al emperador y recomendar a nuestros líderes políticos el máximo cuidado al doblar cada esquina en los días siguientes a las próximas elecciones. Sobre todo cuando entren al senado y, especialmente, si tienen cerca a alguien como Bruto.