Mientras el Ministro se dedica a pelear con todo el mundo, con esa actitud tan particular de desafío chulesco, incluso amenazando a Cáritas para que no “abra debates” que a él no le gusta oír, la realidad es descorazonadora.
Pero algunos datos ofrecidos por el informe de una organización (a la que nunca nadie había sido puesto en duda), alertan de una situación más que preocupante (VIII Informe del Observatorio de la Realidad Social – Octubre 2013):
– España es uno de los países más golpeados por la crisis. El riesgo de pobreza entre los niños estaba en 2013 casi nueve puntos por encima de la media europea, alcanzando el 30%.
– La pobreza severa (con menos de 307 euros al mes) alcanza ya a 3 millones de personas, el doble que antes de iniciarse la crisis.
– Se incrementa la desigualdad en España, con el valor más elevado de toda Europa: el 20% de la población más rica concentra 7,5 más riqueza que el 20% más pobre.
– Existen necesidades básicas (alimentación, gastos relativos a la vivienda, ropa y calzado) que no están cubiertas desde nuestro modelo.
– Asistimos al riesgo de desbordamiento de la familia que sigue siendo el primer recurso de supervivencia para hacer frente al impacto de la crisis.
– Alerta de que “cambios relativos a las políticas sociales –en educación, prestaciones sanitarias, y gasto de cobertura– tienen consecuencias negativas directas sobre las personas más vulnerables”.
Cáritas concluye constatando que el aumento de la desigualdad social en España es un fenómeno estructural –no coyuntural– que agudiza un modelo de sociedad dual y fracturada.
Las personas atendidas en Cáritas desde el 2001 al 2012 son cuatro veces superior, constatando que el crecimiento se ha producido a partir de 2008. En el año 2000, se atendía un poco más de 200.000 personas; en 2007, 370.000 personas; mientras que en 2012 han sido más de 1.300.000 personas, de las que el 74% son familias. El incremento desde el 2007 al 2012 ha sido de 251%.
Este informe debería haber sido objeto de reflexión, análisis y humildad por parte del Gobierno, y no de una actuación despectiva de Montoro.
Ahora bien, si de Montoro no esperamos una actitud distinta a la que habitualmente nos tiene acostumbrados, no deja de resultar también vergonzoso el silencio del Cardenal Rouco Varela, quien sí tuvo “agallas” para polemizar en el funeral de Adolfo Suárez, y convertirse en el protagonista desacertado de un acto de Estado, dando inoportunamente lecciones de historia, en lugar de ocupar el papel cristiano que debería representar –aunque nunca lo haya ejercitado-. Rouco Varela se convierte, una vez más, en un pésimo representante de la Iglesia Católica.
Fue una verdadera lástima que, después de las intensas jornadas mediáticas que hemos vivido reivindicando el espíritu de la Transición y los derechos acordados en la Constitución, todo haya terminado con una imagen rancia y resistente a la Democracia protagonizada por el discurso de Rouco y la presencia de Obiang.
Es hora de que España comience a separar el ejercicio público de los paseos bajo palio.