El compromiso de España con nuestros socios de la unión monetaria europea pasa por recortar el déficit público del 11 al 3% en el horizonte de 2013. El cumplimiento de este compromiso es inexorable, si no queremos reeditar la grave crisis de confianza en los mercados financieros que padecimos a comienzos de año. Y el compromiso se está cumpliendo, inevitablemente, conforme a las recetas más clásicas y mejor vistas por quienes aún hoy, a pesar de sus fallos reiterados e interesados, siguen elaborando las valoraciones generalmente aceptadas sobre la solvencia financiera de las economías nacionales.
En consecuencia, el “ajuste” se está produciendo fundamentalmente sobre el gasto, y dada la dimensión de la cantidad a “ajustar”, ha sido preciso adoptar medidas que un Gobierno socialista jamás hubiera adoptado en otro contexto. Porque no bastaba con recortar gastos corrientes, prescindibles o suntuarios. Hemos tenido que recortar también en la inversión productiva y en las partidas sociales, con el coste que ello conlleva para el empleo y el bienestar del conjunto, en especial para los menos favorecidos. No había más remedio. Eludir esta responsabilidad nos hubiera situado ante el abismo.
En el camino del “ajuste” de los ingresos se han dado menos pasos, aunque el incremento de los tipos en el IVA ha tenido una repercusión importante, en lo económico y en lo político. Pero somos muchos los que consideramos que aún queda margen para avanzar en este camino, y este avance podría contribuir a aliviar los graves costes del “ajuste” programado para el gasto. En tal sentido iban las declaraciones efectuadas por el Vicesecretario General del PSOE este mes de agosto, cuando manifestaba la evidencia de que la presión fiscal en España se sitúa hoy casi diez puntos por debajo de la media europea, y cuando invitaba a reflexionar sobre la conveniencia de corregir tal diferencial si aspiramos a las políticas de bienestar y a las infraestructuras que ya disfrutan nuestros vecinos.
A Blanco le llovieron todo tipo de descalificaciones, pero sus palabras alumbraban una senda muy interesante. ¿Hay margen, pues, para “ajustar” los ingresos del Estado en nuestra economía? Desde luego que sí. Pero ese margen no se agota en las posibles subidas de impuestos. Tenemos pendiente en este país una reforma fiscal de envergadura. Primero para emerger parte de la magra economía sumergida. Segundo para combatir el fraude fiscal más allá de lo anecdótico o testimonial. Tercero para evitar los múltiples vericuetos de la “ingeniería fiscal” que permiten a los más pudientes eludir sus responsabilidades con el conjunto.
Cabe también, como se ha anunciado ya, revisar al alza los tipos a aplicar sobre las rentas más altas en el IRPF. Se pueden aplicar nuevos impuestos y nuevas tasas sobre los pingües negocios en las finanzas, como se indicia en Europa con el objetivo añadido de disuadir prácticas especulativas. Y parece pertinente también abrir aquí el debate avanzado ya en otros países sobre cómo financiar la carísima conservación de nuestras infraestructuras.
En España gastamos más de seis millones de euros diarios en mantener a punto nuestras infraestructuras de transporte. Más de 1.400 millones anuales en la conservación de carreteras, por ejemplo. ¿Quién debe pagar esta factura? ¿Todos los ciudadanos por igual a través de sus impuestos, usen lo que usen la red viaria? ¿O deben hacer un esfuerzo especial aquellos ciudadanos y aquellas empresas que hagan un uso más intensivo de las vías y que además obtengan un rendimiento económico? Es el debate de la “euroviñeta”, que ya se aplica en Alemania y en Bélgica, y que se aplicará en Francia en 2012. O los españoles fijamos una postura propia, o tarde o temprano nos llegará la solución vía directiva de obligado cumplimiento desde Bruselas.
Hay margen, por tanto, para un debate fiscal sensato y útil, “ajustando” gasto y “ajustando” también los ingresos. Lo que sobra, desde luego, es la receta “milagrera” de quienes se presentan como alternativa desde el PP. ¿Qué propone la derecha? Bajar impuestos, aumentar gastos y rebajar el déficit. Tal fórmula solo se encuentra, me temo, al alcance de la divinidad. Los mortales hemos de conformarnos con algo más de trabajo y sentido común para solucionar los problemas.