El libro de Krugman se centra en una crítica de lo que han sido las políticas de los neoconservadores (neocon) en los tiempos de Bush y propone medidas que sean capaces de combatir la gran desigualdad generada en estos años. Considera que es necesaria otra política económica para restablecer lo que fue la economía de Estados Unidos en el periodo de posguerra, hasta que se impuso el neoliberalismo como doctrina dominante en las políticas económicas de los presidentes republicanos desde los años ochenta del siglo pasado. Para ello es condición necesaria que se consiga el triunfo de los demócratas en las elecciones a la presidencia.

La argumentación de Krugman se sustenta en el hecho de que los Estados Unidos de posguerra eran, ante todo, una sociedad de clases medias. Los ricos perdieron terreno. Eran menos que antes y, comparados con las prósperas clases medias, no tan ricos. Los pobres eran más numerosos que los ricos, pero seguían representando una minoría relativamente escasa. Como consecuencia de ello se daba un destacado sentimiento de igualdad económica, ya que la mayoría de ciudadanos estadounidenses gozaba de una existencia material perceptiblemente similar y manifiestamente digna.

Quien tenga unas nociones de historia sabe que Estados Unidos no siempre había sido como entonces, sino que en otra época se había visto caracterizado por profundas desigualdades económicas. Sin embargo, contemplada desde la perspectiva de los años de posguerra aquella etapa, marcada por una desigualdad extrema, se asemejaba más bien a una fase pasajera, de inmadurez, consustancial a las tensiones propias de una nación en un estado de industrialización incipiente.

En la década de 1980 se hizo cada vez más evidente que se produjo un aumento de las desigualdades sociales: mientras una minoría no dejaba de medrar económicamente, la mayor parte de los estadounidenses apreciaba poco o ningún progreso en ese sentido. Aquellas tendencias perviven en la actualidad toda vez que la desigualdad de ingresos resulta tan elevada como en la década de 1920. Estos cambios inducen a pensar que fue la política, y no la economía, la que en realidad marcó el ritmo de los acontecimientos. De hecho, los cambios en contra del uso de políticas de redistribución y a favor en exceso del mercado comienzan con Reagan, pero también influyen en Clinton. Así, por lo que se refiere a cuestiones económicas, que van desde el bienestar social hasta la fiscalidad, cabe afirmar, dice Krugman, que gobernó situándose justamente a la derecha no de otro demócrata, Jimmy Carter, sino de un republicano, Richard Nixon. Por otra parte, resulta obvio que los republicanos se han desplazado a la derecha, basta comparar el conservadurismo de línea dura de George W. Bush con la moderación de Gerald Ford.

Tras este planteamiento inicial y desagregando, a partir de aquí, las diferentes etapas por las que ha pasado Estados Unidos a lo largo de su historia industrial, algo que resulta muy ilustrativo, Krugman llega a las propuestas que realiza, tanto desde la fiscalidad como del bienestar social, para encontrar el camino perdido desde los años ochenta y volver a lo que fue la economía de Estados Unidos en términos de igualdad en los años cincuenta y sesenta del siglo XX.

En suma, es un libro recomendable, incluso aunque se difiera de él en determinados planteamientos, pues con Krugman siempre se aprende por la agudeza de sus análisis, complementados en este caso con el conocimiento histórico, siempre necesario para entender la economía del presente. No estaría mal que lo leyeran los estudiantes de economía para que se vacunaran contra las recetas simples de los neocon y contemplaran los destrozos que esas políticas económicas puedan llegar a causar. Con ello se podría tratar de evitar que caigan en las recetas simples de los fundamentalistas del mercado que tanto predominan en nuestras facultades, motivándoles a que piensen y razonen de una manera diferente.