La chispa se prendió a causa de la contratación de mano de obra procedente de Portugal y de Italia para construir las nuevas instalaciones de la refinería Lindsey, que la petrolera Total tiene ubicada en Lincolnshire, una localidad situada en el Este de Inglaterra. Estos trabajadores han sido traídos por la empresa para construir la nueva planta. Sus condiciones laborales dejan mucho que desear y difieren -muy a la baja- de las que tiene los trabajadores del lugar. La empresa solo está obligada a pagar a estos empleados que trae de fuera el salario mínimo vigente en el Reino Unido, en virtud a una directiva europea de 1996 que permite a empresas de servicios de la UE desplazar mano de obra a cualquier país de la Unión para realizar los trabajos que necesite.
Así, los trabajadores de Lincolnshire se han encontrado de la noche a la mañana con una barcaza-vivienda anclada en el río Umber llena de obreros portugueses e italianos que van a construir la nueva planta, compitiendo con ellos por el empleo de forma totalmente desleal.
Este hecho ha provocado las iras de muchos obreros y desempleados británicos, dando lugar a huelgas espontáneas y sin planificar, que si bien incumplen la legislación, lo cierto es que son un síntoma del rechazo hacia fórmulas de contratación y relaciones laborales que se han ido extendiendo por la Unión Europea, que dejan mucho que desear y suponen un gran retroceso en condiciones laborales conseguidas en Europa tras decenios de luchas sindicales. Además, este tipo de cosas son un caldo de cultivo excepcional para el racismo y la xenofobia, sobre todo en tiempos de crisis como los actuales, y de hecho, es muy posible que organizaciones racistas de variado pelaje aprovechen para calentar el ambiente.
Sin embargo, hay que saber distinguir y poner las cosas en su sitio. Las reclamaciones de los trabajadores y de los sindicatos ingleses no son racistas, son justas. Se oponen a fórmulas de deslocalización que se están utilizando en la UE, que perjudican al conjunto de los trabajadores europeos. Porque las normativas aprobadas permiten bien desplazar la propia empresa a otro país donde las condiciones laborales son perores y los salarios más baratos, bien desplazar a los obreros pagándoles salarios inferiores a los del lugar al que acuden, como en este caso. El resultado es que con estos métodos siempre pierden los trabajadores, ya que se endurecen las condiciones laborales, se abarata el empleo y se precariza cada vez más.
¿Para cuándo una respuesta del conjunto de los sindicatos europeos a estos atropellos continuos a la dignidad de los trabajadores y a la propia supervivencia justa de tantos ciudadanos, que ven amenazados sus empleos con métodos y estrategias empresariales de puro esquirolaje?