No, no vamos por el buen camino. Son muchos los datos que lo ponen de manifiesto pero, aparte de los datos, hay que recordar que una de las grandes conclusiones que se habían extraído del brutal efecto que la crisis ha tenido sobre el empleo era que había que cambiar nuestro modelo productivo, escorado desde hacía años a los sectores de la construcción y de los servicios de baja productividad, raquítico valor añadido, escasa cualificación de los trabajadores y excesiva temporalidad y precariedad del trabajo. De aquel diagnóstico se desprendía que había que apostar a fondo por la formación y la cualificación, por la inversión en investigación y desarrollo, por la calidad y la innovación, por actividades productivas de mayor valor añadido y, por supuesto, por el empleo estable y adecuadamente retribuido habida cuenta de su directa relación con una mayor productividad y mejora de la competitividad de las empresas. Lo que la política del Gobierno ha conseguido es que nuestro país vaya en dirección diametralmente opuesta.
No vale la pena repetir aquí el efecto de los recortes en investigación y desarrollo, en el sistema educativo y en el de tantos otros capítulos presupuestarios que podrían favorecerse el avance a ese modelo productivo que nos es necesario. Tampoco es preciso reiterar los perniciosos efectos que sobre los trabajadores viene produciendo la cascada de reformas en el mercado de trabajo, cuyo inequívoco resultado es el aumento de la precariedad, la reducción de los salarios y el recorte de derechos sociales y laborales. Pero para ilustrar lo que podríamos calificar como perversa inclinación del Gobierno a descargar sobre los trabajadores las medidas más negras que, según dice, servirán para salir de la crisis, nos vale el ejemplo del que últimamente viene siendo su gran descubrimiento para reducir las cifras del paro: los contratos a tiempo parcial.
En el contexto de una progresiva disminución del empleo estable, como ilustra el dato de que mientras en 2008 de cada cien nuevos contratos había doce por tiempo indefinido y ahora no llegan a ocho, resulta que ante la incapacidad del Gobierno de reactivar de forma mínimamente suficiente el crecimiento económico, ha llegado a la conclusión de que lo que corresponde es repartir entre más gente el trabajo existente. En otras palabras, ante unas perspectivas electorales que les alarman están tratando de montar lo que, coloquialmente, podríamos calificar como el timo de las estadísticas del desempleo.
Hay que decir que la idea de fomentar el empleo a tiempo parcial no sería mala si, como ocurre en otros países, buscara combinar una mayor flexibilidad para las empresas con una mejor conciliación de la vida personal y laboral de los trabajadores. Pero aquí no es así. Aquí se trata de usarlos lo más posible para poder presentar mejores estadísticas, otorgando a las empresas toda clase de ventajas y facilidades para usar a su antojo la mano de obra de los que tienen ese contrato. Que en España no ocurre lo mismo que en Europa lo ilustra el que mientras entre los así contratados el 61 por 100 confiesa que lo hace de forma involuntaria, en la Eurozona sólo lo hacen el 29 por 100. Pero no se necesitan datos de este tipo para entender que sólo la dura búsqueda de un puesto de trabajo explica que haya quienes acepten las condiciones de este contrato. Ahora el Gobierno, mediante un decreto-ley del pasado 20 de diciembre, le ha introducido nuevas reformas hasta prácticamente convertirlo en lo que sería un contrato de libre disposición. Lo del tiempo parcial se hace más elástico, pues a las horas contratadas se les pueden añadir las que denominan complementarias que se pueden extender hasta un 60 por 100 más. Esas horas complementarias, figura que ya estaba en el texto anterior, debían comunicarse al trabajador con siete días de antelación. Ahora basta con tres. Para mayor inri, la reforma dice que se pueden reducir por convenio esos tres días, pero prohíbe que puedan ampliarse por negociación ¡increíble! Por si faltara poco, se abre la posibilidad de que haya más de una interrupción en la jornada de trabajo. Y para rematar la faena, el Gobierno les rebaja a las empresas la actual cotización para el desempleo.
Con estas ilustraciones suena a broma hablar del fomento de un nuevo modelo productivo y a escarnio decir que el trabajo a tiempo parcial sirve para conciliar la vida personal y laboral. Este Gobierno es una desgracia para el país.