La nave de la economía española está sufriendo desde comienzos de año la acometida de varios frentes tormentosos. La destrucción de empleo pierde fuelle pero persiste, las cifras del déficit público se han disparado, los mercados financieros castigan nuestras incertidumbres, algunos analistas internacionales nos equiparan al agujero negro de Grecia, las encuestas reflejan desgaste del Gobierno, las decisiones de urgencia se interpretan como improvisaciones y se enfatizan los errores no forzados.

Pero la borrasca no se vence desde el nerviosismo, los grandes aspavientos o los cambios bruscos de rumbo. El buen capitán es el que confía en el buen rumbo de la nave y responde a las rachas de viento con serenidad y reciedumbre.

El rumbo que el Gobierno ha marcado para la salida de la crisis es el rumbo correcto, aunque en su consecución debamos soportar algún huracán que otro. Cinco son las claves para el manejo del timón. 1) La estabilidad y solvencia del sistema financiero. 2) El estímulo de la demanda mediante la inversión pública. 3) La apuesta por un nuevo modelo productivo basado en la sostenibilidad, la innovación y la mejora de la competitividad. 4) La consolidación de las políticas de bienestar. Y 5) El diálogo y la concertación social.

Ahora bien, ningún rumbo marítimo se establece en línea recta, y la conducción correcta del barco aconseja a menudo pequeños virajes sin traicionar el sentido de la marcha. ¿Resulta necesario racionalizar el gasto público para contener el déficit? Desde luego que sí. ¿Es sensato proponer a la mesa del diálogo social la adopción de medidas en aras de garantizar la solidez a largo plazo del sistema de pensiones? Sensato y valiente.

Por lo tanto, ¿hay razones para variar el rumbo? No. Pues entonces no nos dejemos intimidar por el fragor de la tormenta y ayudemos al comandante de la nave a culminar la travesía con éxito.