En concreto, más allá de la globalización financiera y del proceso de liberalización de los mercados que la acompaña como causantes principales de la crisis, hay que tener en cuenta que este modo de producción y consumo se sustenta en la destrucción del medio ambiente, en la persistencia de graves desigualdades de renta, riqueza y oportunidades, y en un derroche y despilfarro que contrasta con tantas penurias y privaciones a las que se encuentra sometida gran parte de la población mundial. Por lo tanto, es un modelo el que está en cuestión, pues además de lo dicho existen serios problemas energéticos y alimentarios que se agravarán en el futuro si no somos capaces de darles soluciones en el presente.

En los últimos años hemos vivido bajo la hegemonía del fundamentalismo de mercado, y esa quiebra es lo que ahora tenemos que reconstruir, evidentemente sobre otras bases. El capitalismo no tiene de momento alternativas, ni en la teoría ni en la práctica, y la quiebra del socialismo real ha dejado a la izquierda sin propuestas válidas que ofrecer al sistema vigente. Pero el capitalismo no es igual ni en todas partes ni en todo tiempo. Ha pasado por diversas fases a lo largo de la historia y existen modelos diferentes en el momento presente.

La gran depresión de los años treinta puso en cuestión a un sistema que se basaba en el mercado básicamente y en el que el Estado desempeñaba un papel menor. Esa situación provocó la necesidad de intervención del Estado como un acicate para salir de la grave crisis y dio paso a nuevas formulaciones teóricas. El fundamentalismo de mercado quedó cuestionado y el capitalismo dio una vez más muestras de su capacidad de renovarse con el fin de seguir sobreviviendo y no fenecer. Ese capitalismo regulado y más social que se implantó en los países desarrollados fue un contrapeso al socialismo real que se había puesto en práctica, tanto en la Unión Soviética como en China, y trataba de responder, además, a las reivindicaciones de los sindicatos obreros y los partidos políticos de izquierda.

Entre los muchos análisis teóricos que se llevaron a cabo y que sirven para entender el porqué del triunfo del libre mercado, a la vez que muestran su cuestionamiento y crisis, resulta muy revelador el que hizo Polanyi en su gran obra “La gran transformación”, de 1944. El capitalismo, tras la segunda guerra mundial, triunfó en el mundo rico pero no sucedió lo mismo en el pobre, que siguió siendo un lugar de conflictos en donde las teorías socialistas encontraban buenas condiciones para prosperar. La desigualdad fue una de las características de la posguerra, además del enfrentamiento entre bloques y sistemas económicos diferentes.

La crisis de los setenta y la caída del bloque soviético fortalecieron las teorías del fundamentalismo de mercado, que ahora vuelven a estar en cuestión ante la crisis que se ha venido encima. Desde diferentes instancias se preconiza una vuelta a Keynes, pero considero que, admitiendo lo positivo que ello representa frente a lo anterior, hay que ir más lejos de lo que Keynes y otros autores propusieron, pues la crisis no se resuelve sólo con intervenciones estatales, en el caso de que tuvieran éxito. Será conveniente tener en cuenta, además de a los grandes pensadores, a los que yo también acudo, como Marx, Kalecky, Myrdal y los institucionalistas, a otros análisis diferentes como son los que lleva a cabo Amartya Sen.

Este gran economista va a ser investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense el 30 de enero. Con esta distinción se quieren reconocer los méritos de su gran contribución económica, como lo atestigua el Premio Nobel que se le concedió, al tiempo que se valora un enfoque de la economía muy distinta a la convencional y a la que se enseña en los libros de texto tradicionales.

En la obra “Entender el capitalismo. Un análisis crítico de Kart Marx a Amartya Sen” (Bellaterra, 2003) se recogen artículos editados por Douglas Down, entre otros uno de Robin Hahnel, quien plantea: “Amartya Sen, ¿el más grande economista político del siglo XX?”. Independiente de la respuesta que da, sí podemos hacernos una idea de la importancia de este economista en el mundo actual. No cabe duda de que es una pregunta sin respuesta evidente, pues siempre resulta difícil afirmar con rotundidad algo semejante, pero sí podemos afirmar que es un economista que ha planteado temas relevantes con enfoques no economicistas, y en los tiempos que estamos tal vez nos sirvan de guía para afrontar tantos retos como los que hay planteados.

Se trata, a mi modo de ver, de dar respuestas a una economía de mercado muy imperfecta y asimétrica, en donde si bien no se puede construir un sistema económico socialista en su globalidad, al menos sí cabría un capitalismo con ingredientes sociales. ¿Es esto posible? De momento no lo ha sido, ni siquiera en el capitalismo de los países nórdicos que son los más avanzados en este terreno. Pero hay que reformar a fondo el sistema vigente si queremos tener un mundo más seguro, estable y en donde se garantice una vida digna a todos los ciudadanos. En este sentido, Sen, junto con otras aportaciones, tiene mucho que decir.