Es difícil admitir que “los EEUU perderán su estatus como el superpoder del sistema financiero global”, como ha afirmado el Ministro alemán de finanzas, después de la adquisición por el Estado de los valores subprimes devaluados (calificados como tóxicos para despistar) que poseen sus bancos y entidades financieras con la pretensión de limpiar la “basura” acumulada. Porque la actual crisis financiera, que mantiene su repercusión en las economías europeas, difícilmente puede entenderse sin una aproximación política a la simbiosis entre Wall Street y Washington que evidencian estos últimos acontecimientos, a su papel global y a la inserción de lo financiero en la sociedad estadounidense que se ha extendido a las sociedades más avanzadas del planeta, en especial las europeas.
La inserción del crédito y de lo financiero en la sociedad
De la compra por particulares de acciones de grandes empresas en Bolsa hace tiempo que se pasó a la inserción de los mecanismos financieros en la sociedad estadounidense y en otras, a medida que se liberalizaban muchas de las normativas internas para permitir que los bancos dejaran de ser intermediarios entre quienes depositaban sus ahorros y las empresas a las que concedían préstamos, convirtiéndose en operadores directos en los mercados financieros donde buscan recaudar dinero para su actividad. Y entre tanto, el dinero barato acrecentaba la especulación financiera e inmobiliaria; y tanto a los hogares como los Estados son inducidos y/o compelidos a acudir cada vez más al crédito, con una dinámica propia alejada de las necesidades de la economía real y que acentúa la desigualdad social y el empobrecimiento de muchos países.
Y, como esta crisis financiera ha revelado, Wall Street aprovechaba la demanda mundial de crédito para centrifugar sus riesgos propios derivados de préstamos hipotecarios de alto riesgo y de todo tipo, vendiendo esos créditos en forma de bonos y otros valores con nombres rarísimos en el mercado global mayorista de los grandes bancos y entidades. Es la llamada titulización de las deudas mediante mecanismos opacos de un “sistema bancario en la sombra” – como recientemente reconocía la Asociación española de Banca – asociado a la banca ordinaria y basada en el apalancamiento gracias a la inhibición reguladora de los Estados.
Porque la crisis desencadenada a partir de las hipotecas subprimes es solo una fase de un proceso histórico en que la economía real ha ido sometiéndose a los dictados de los mercados financieros con las políticas del fundamentalismo del libre mercado. Y la promoción de esta financiación directa, también llamada financiarización de la economía ha sido fundamental para la extensión de un poder soterrado de los EEUU sobre las finanzas internacionales.
El poder estructural de los EEUU sobre las finanzas
Tanto Washington como Wall Street han venido presionando para lograr la movilidad global del capital sin trabas como un instrumento para la extensión del poder blando de los EEUU en las finanzas internacionales, que ha redireccionado las economías del Reino Unido, primero, de Japón y luego de Alemania, hacia la financiación directa. Resultado de la estrecha interacción entre Washington y Wall Street que se ha reflejado en los últimos acontecimientos de este mes de Septiembre 2008; y que nuestros economistas neoliberales de derecha e izquierda nos han vendido como un modelo modernizador.
El desarrollo del “poder de los EEUU en las finanzas internacionales” (estudiado en el plano académico por Leonard Seabrooke, un joven profesor australiano) ha ido asociado a “la victoria de los dividendos” en el sentido de que el capital persigue los ingresos derivados del negocio financiero desplazando al interés por las inversiones productivas en las empresas. La gestación del actual sistema financiero muestra la decisiva influencia de los EEUU al convertirse en su eje central mediante la diplomacia, el dólar como moneda internacional y su posición dominante en el FMI y en todas las instituciones económicas internacionales, a través de las cuales ha conseguido la liberalización y la desregulación financiera apoyada en los centros financieros offshore de los llamados paraísos fiscales para los no residentes.
Porque los EEUU, el Estado más fuerte en las finanzas con mucho, han sido capaces de modelar el sistema financiero internacional para su propia ventaja, en particular “generando competencia interna mediante regulaciones mientras abogaban por la libertad de movimientos de capitales en las finanzas internacionales, con las mencionadas políticas de pasividad internacional y activismo nacional”. Y ha construido un poder que Seabrooke define como estructural puesto que es “el poder para decidir cómo han de hacerse las cosas, el poder para modelar los marcos dentro de los cuales los estados se relacionan entre sí, se relacionan con la gente o con las empresas”
De ahí que los diversos eventos y crisis significaran oportunidades para que los EEUU ampliaran su control sobre la estructura de las relaciones financieras internacionales, transformando los mismos mercados a medida que progresaba la financiación directa en los EEUU y entre sus principales socios comerciales. Una City londinense que dispone de la confianza estadounidense facilitó la financiarización del Reino Unido ofreciéndose como nexo trasatlántico para una Europa más integrada. La prueba de esa financiarización británica es la obligada nacionalización reciente de dos bancos hipotecarios, el Northern Rock y el Bradford and Bingley. Y es conocida la contribución de la City al desarrollo de los centros offshore británicos, desde la Isla de Jersey a las Caimán, como se analiza en mi libro La Europa opaca de las finanzas.
Y en Alemania, como en Japón, muchas corporaciones asumían el kow how inversor estadounidense operando vía la City y Wall Street en vez de Francfort; aunque sus problemas fiscales derivados de los costes de la reunificación obstaculizaron las reformas a favor de la financiarización que amenazaba sus tradicionales lazos entre sus grandes empresas, bancos e inversores; además, el público alemán amante del ahorro seguía prefiriendo la intermediación bancaria. Pero las victimas de las hipotecas subprimes, los bancos públicos IKB; West LB, Sachsen LB, etc. son la prueba del dominio financiero vía offshore alcanzado en Alemania.
Ese poder estructural de los EEUU no ha sido ajeno a la transformación de la anterior Comunidad Europea en un espacio abierto a las finanzas globales, donde la supresión de la intervención estatal en lo financiero era reemplazada por el vacío regulador sin supervisor comunitario ni posibilidad de introducir controles exteriores por parte de los socios europeos. Así se explica el silencio de Bruselas en 2007 ante la toma de Euronext (Bolsas de Paris, Ámsterdam, Bruselas y Lisboa) por la Bolsa de Nueva York; aunque Chirac había manifestado su preferencia por una fusión de las bolsas europeas. Y la pasividad de la Unión frente a la crisis financiera, aunque las perdidas contables por las subprimes hayan alcanzado los 40,000 millones para la banca alemana; y en general las pérdidas de los bancos europeos superen a las de los EEUU.
Días antes de la quiebra del Lehman Brothers y de otros eventos en Wall Street, en la reunión informal de los ministros de finanzas de la UE y los gobernadores de Bancos centrales, Mario Draghi, gobernador del Banco de Italia y presidente del Foro de Estabilidad Financiera, aseguraba que la crisis del crédito pondrá aún en dificultades a más bancos, aunque en conjunto los bancos europeos dispongan de una buena capitalización. De ahí que en ese incierto contexto financiero, tanto la canciller Angela Merkel como el ministro de finanzas, Peer Steinbrück, democristianos y socialdemócratas alemanes, apremien para una regulación real de los mercados financieros, al menos en Europa.-