1) Me pareció una estrategia acertada. Rubalcaba debía jugar fuerte, movilizar a su electorado, despertar empatías, provocar preguntas. Creo que fue un comportamiento inusual en este tipo de debates, y eso fue lo que lo hizo más rico e intenso. No fue lógicamente el papel de Rajoy que se ciñó al guión, sino el atrevimiento de Rubalcaba, generando preguntas, dudas, interrumpiendo, descolocando a su adversario.

2) Evidentemente, Rubalcaba tiene difícil remar hacia delante habiendo sido miembro destacado del gobierno. Pero ha de hacerlo. Porque muchas decisiones que se han tomado no han sido correctas, otras se han tomado a destiempo, ha habido incertidumbres y desaciertos, y otras muchas (la mayoría) no se han explicado correctamente. Lo cierto es que hoy nos levantamos sin saber cómo será la Europa del mañana: si una o dos, de ricos y pobres, unida o desunida. Y, de momento, pese a todas las críticas y problemas, España sigue sorteando un temporal en el que cayó Irlanda, Portugal, Grecia y ahora Italia. Eso sí, nuestra cruz son esos cinco millones de parados. A los que nunca se les ha dejado sin cobertura ni desabrigados. ¿Qué pasará con las coberturas al desempleo, con las becas a estudiantes, con las ayudas a los jóvenes para vivienda, con la formación en el desempleo? Y con tantas ayudas sociales que se reciben día a día y que parece que nos hemos olvidado de ellas en estos debates.

3) Me sigue maravillando que Rajoy tenga fácil su papel, columpiándose en la crisis actual como si nada fuera con él. Y, pese a lo fácil que lo tenía, hasta el más apasionado del PP, se dio cuenta que necesitaba leerlo todo: la bienvenida, los chascarrillos y la despedida. Lo sorprendente no es que leyera porque era altamente importante y novedoso lo que iba a decir, al contrario, leía lo que lleva diciendo años y años, debate tras debate parlamentario, sin salirse del guión, pero incapaz de repetirlo. No puedo considerarlo tan torpe, sino más bien, incrédulo ante sus propias palabras. Como incrédulo ante su propio programa, del cual no conoce ni las medidas, porque juega con el factor de que los ciudadanos no leemos los programas, nos quedamos con las grandes frases.

4) Porque la realidad es que Rajoy también ha gobernado y lo sigue haciendo, día a día, en comunidades autónomas que deberían explicar muchas cosas: los recortes en educación y sanidad, la crisis en la investigación como el caso Centro Príncipe Felipe de Valencia, las corrupciones que no paran de ser investigadas judicialmente (desde Palma Arena hasta Emarsa por no citar a los clásicos de los que aún no hay resolución), la falta de respuestas ante el desempleo cuando son competencias transferidas, el gran déficit y despilfarro acumulado en las ciudades gobernadas por el PP como Madrid o Valencia. Es sorprendente que Rajoy se presente limpio e inmaculado, como recién estrenado, cuando pisamos sus charcos los que vivimos en comunidades gobernadas por el PP.

El momento de confusión que vivimos es tan grande que ya no sabemos distinguir, como invitaba Rubalcaba al análisis, dos modelos encima de la mesa. Y el PP conoce muy bien la táctica que debe emplear, como siempre lo ha hecho: jugar a la desmemoria, todo llega a olvidarse, decir lo contrario de lo que se hace, negar las evidencias, no salirse del guión, y generar confusión. Efectivamente, hay tanta confusión que no distinguimos ya de quién es responsabilidad cada actuación, y el PP tiende a “irresponsabilizarse” de lo que dice o hace.

La confusión nos inmuniza de las noticias de recortes, crisis, y corrupción que salta a la luz por la “época dorada” de la que venimos que ha sido más bien falsa y llena de mentiras; la confusión nos satura los sentidos y la capacidad de reflexión; la confusión se provoca también por la manipulación de las informaciones haciéndonos creer lo que no hemos visto, intentando cambiar nuestro parecer.

En el debate había una estrategia frente a una táctica. Pero lo más importante del debate, en mi opinión, fue la sinceridad final de Rubalcaba. No hay recetas mágicas, no sabemos qué pasará en este futuro europeo más incierto que nunca. E, independientemente de lo que ocurra el 20-N, Europa seguirá tambaleándose a nuestro alrededor y nosotros en medio de la tempestad, y ahí la táctica de abrir el paraguas no hará que permanezcamos secos.