Nunca existió una percepción más negativa entre la población madrileña sobre el funcionamiento de la sanidad pública. Hospitales a medio abrir y hospitales a medio cerrar que no funcionan. Urgencias colapsadas. Listas de espera desesperantes. Falta de profesionales en la atención primaria y en pediatría… ¿Tan malos son? Me temo que el deterioro sanitario tiene más que ver con una estrategia premeditada que con la falta de recursos y una gestión ineficiente.

Esta estrategia ya se aplicó en el servicio educativo. Y les funcionó. Primero niegan al servicio público la financiación imprescindible. Después arremeten contra los profesionales. Mientras tanto van depositando en manos privadas los servicios más rentables. Ya han logrado que buena parte de los ciudadanos madrileños opten por retirar a sus hijos de la escuela pública y los matriculen en la escuela privada, concertada o no. Es decir, ya han conseguido quebrar la igualdad de oportunidades en la atención de una necesidad básica, obligando a muchas familias a pagar sumas importantes por un servicio que la Constitución y las leyes les garantizan en condiciones de gratuidad y equidad.

Y ahora van a por la sanidad pública. El recorrido es idéntico. Financiación escasa, a pesar de los desembolsos del gobierno nacional. Ataque a los profesionales, sean anestesistas con sensibilidad en el Severo Ochoa, o sean sindicalistas en el ejercicio de su función constitucional. Privatización por lonchas o porciones, en las intervenciones quirúrgicas más baratas, en las pruebas diagnósticas más fáciles, en la construcción y gestión de los nuevos hospitales… En el hotel citado se habló de dar el paso siguiente para privatizar los centros de atención primaria y los centros de especialidades.

Durante la última campaña autonómica se me criticó por pronosticar que, con el PP en el gobierno, muchos ciudadanos acabarían recibiendo atención sanitaria en función de la categoría de su tarjeta de crédito. Ya son muchos los que se han fugado a las aseguradoras privadas buscando mejor atención. Y en algunos de los hospitales derivados a la gestión privada concertada, como la popular “Concha”, se atiende a paciente “públicos” y a pacientes “de pago” simultáneamente. Las condiciones son muy distintas, tal y como cabía esperar.

Ahora bien, los estrategas de la privatización sanitaria no podían contar con el terremoto financiero y el consiguiente descrédito de las recetas neoliberales. El PP madrileño navega ahora contra corriente. Bush nacionaliza los bancos, los Kirchner rescatan los fondos privados de pensiones, Rajoy pide regulación y control en los mercados financieros, Díaz Ferrán quiere un “paréntesis” en la economía del libre mercado… Pero la derecha madrileña se empeña en dejar la salud de las familias en manos de sociedades de capital-riesgo como Capio, al albur de los vaivenes de Wall Street.

Hay que pararles. Ya es grave que especulen con nuestros ahorros en el gran casino global de los mercados financieros. La salud de nuestros hijos no puede jugarse en la misma timba.