Peña Nieto gana estas elecciones sin que se sepa a ciencia cierta con qué programa cuenta para afrontar los grandes desafíos del país. A pesar de las protestas de renovación del partido que dirigió los destinos de México durante siete décadas, la ambigüedad continua siendo su principal divisa. El futuro Presidente no actuó precisamente como renovador en su anterior cargo como Gobernador del Estado de México, el más poblado de la treintena que compone la Federación mexicana.
El triunfador electoral eludió los temas más espinosos del panorama político y social. Algunas de sus propuestas más concretas, como la contratación de un exitoso policía colombiano como asesor de seguridad, persiguieron más el impacto que la clarificación de su proyecto político. Por sus credenciales, se le atribuye un pragmatismo sin referencias muy precisas. En este sentido, Peña Nieto pretende situarse en el centro, más como tierra de nadie donde podrá maniobrar con más comodidad que como voluntad de equilibrio entre la derecha y la izquierda. Se espera que avance en la liberalización económica y que busque una relación sin conflictos con Estados Unidos. Pero en Washington temen que afloje en el acoso a los narcos para asegurarse una mayor paz social.
En los próximos días se sabrá si su victoria en la ‘grande’ (como llaman los mexicanos a la elección presidencial) se ve reforzada con la mayoría priísta en el Parlamento. De momento, también parece consolidada su hegemonía en los gobiernos regionales. Nunca perdió este anclaje en el poder, que le ha sido el PRI de gran utilidad para recuperar la Jefatura del Estado.
La izquierda tendrá que seguir trabajando para consolidar una opción de gobierno, que de momento se limita a reforzar sus posiciones en la capital del Estado, el Distrito Federal. El movimiento juvenil de protesta ‘#Yosoy132’ ha sido la gran novedad de la campaña electoral. Está por ver si se consolida y ejerce un papel dinamizador de las opciones progresistas en México. Después de su segunda derrota consecutiva, se espera la jubilación política de López Obrador.
En definitiva, el escepticismo y el fuerte sentido práctico y conservador de los mexicanos explican esta apuesta por una fórmula deudora del pasado para afrontar los grandes desafíos presentes y futuros del país.