Cuando estamos a menos de dos meses de las elecciones generales, y de la constatación de una fragmentación electoral y parlamentaria que puede poner en serias dificultades la estabilidad y gobernabilidad de España, todos los partidos políticos comienzan a desgranar sus propuestas para conseguir el mayor número de votos y escaños posibles.

El objetivo, el Gobierno. El medio, el voto de unos españoles que tienen que elegir entre el continuismo de la austeridad y los recortes de derechos, o una alternativa con políticas distintas para aumentar el bienestar de todos los españoles, y especialmente de aquellos que se han visto empobrecidos por y con la excusa de la crisis. Esas son las opciones, dentro de un panorama político donde hay dos partidos políticos, PP y PSOE, que se disputan la victoria para poder liderar la matemática de los acuerdos que les permita continuar en el Gobierno o acceder al mismo.

En este clima, donde hay que pelear hasta por el último voto porque te puede dar el diputado que te permita gobernar, los partidos deberían saber que los ciudadanos huyen y rechazan la subasta de propuestas. Al tiempo que demandan seriedad y conocimiento de lo que cada partido y su candidato quieren hacer y como lo harán, más allá de un mero titular en la prensa o en el telediario.

Las propuestas, que muchas veces son vistas por los ciudadanos como promesas de campaña con fecha de caducidad el día de las elecciones, cobran más importancia si cabe en esta ocasión. Ya que el Gobierno que salga de las urnas va a ser fruto de un pacto entre distintas formaciones políticas, ya sea a través de un acuerdo de investidura, un pacto de legislatura, acuerdos puntuales o un Gobierno conjunto. Por tanto, tendrían que ser obligatorios numerosos debates, donde cada fuerza política diera a conocer sus propuestas y las debatiera con otros candidatos, para que con la máxima información posible, los ciudadanos puedan ejercer su voto con la mayor libertad que les da ese conocimiento, más allá de personalismos, victimismos o campañas de imagen.

Frente a la mayoría absoluta con la que ha gobernado el PP, es muy factible que el partido que gane las elecciones generales lo haga con un porcentaje de voto que estará en torno al 30 por ciento, si es que llega. Esta situación, donde algunos creen que debe gobernar el partido más votado y otros que aquel que logre mayoría en el Parlamento, abre un nuevo periodo político, donde el diálogo y los acuerdos son decisivos. Pero, donde también existirán grandes tensiones que pondrán a prueba la templanza y la valía de unos políticos, más allá de unas declaraciones de veinte segundos o unos cuantos programas de televisión. La valía y la templanza de unos políticos para gobernar o no España, anteponiendo los interés generales de los españoles a sus propios intereses o los de su partido.

El momento es decisivo para el presente y el futuro de los españoles. Por ese motivo, los acuerdos o desacuerdos deben realizarse con la máxima transparencia, porque si algo demanda la sociedad española es una regeneración democrática de sus instituciones y sus Gobiernos. Una regeneración, que destierre el secretismo y el acuerdo previo reparto de puestos o prebendas.

En este sentido, es de destacar que los ciudadanos van a poner el protagonismo de lo que ocurra en unos actores, los partidos políticos, a los cuales miran con gran desconfianza, y ven con escaso poder frente a los poderes económicos que son quienes ellos creen que mandan. Así, un 72,6 por ciento de los españoles tiene una confianza mínima en los partidos políticos, según los datos de la Encuesta de Tendencias Sociales, elaborada por el GETS en 2014. Es decir, en una escala de 1 (mínima confianza) a 10 (máxima confianza) más de 7 de cada 10 españoles desconfían del actor fundamental de la democracia al situarse entre el uno y el tres de la escala.

Lo que evidencia, que nos encontramos en un momento histórico donde la democracia española debe ampliar los espacios democráticos, para adaptarse a una sociedad del siglo XXI que ella misma contribuyó decisivamente a cambiar y mejorar. Y aquí, los partidos políticos, tienen que estar a la altura del momento histórico que se está viviendo para recuperar la confianza de los ciudadanos. Porque los partidos que no se ajusten a los principios de más transparencia, democracia y utilidad para la sociedad, manteniendo sus valores pero cambiando las soluciones, pueden desaparecer en un corto periodo de tiempo. Esto ya ha sucedido en la democracia española, no solo con partidos pequeños, con UPyD como caso más reciente, sino con el partido que gobernaba en España, en el caso de UCD.

Los partidos políticos son el canal más importante para la participación política y ciudadana en democracia. Pero si quieren ganar, en una sociedad tan fragmentada, deberían recordar que hay que sumar.