Estas reacciones son lógicas y se podían esperar, por lo que resulta un poco farisaico escandalizarse por ellas, cuando, además, algunos de los que aparentan escandalizarse son los que en gran parte están contribuyendo a suscitarlas.
Por un lado, Gallardón ha intentado explotar su éxito en caliente –como recomiendan los libros de estrategia–, pero con un grado de premura que puede perjudicarle en su intento de capitalizar, en mayor grado, la potencialidad del centro desde el “interior” del PP. Si Rajoy opta por esta línea, es posible que aumenten sus posibilidades electorales en las próximas generales. Pero, esta opción genera tensiones y problemas con los sectores más duros y neocons del PP, como se ha visto con la inmediata reacción de Esperanza Aguirre, que no oculta su animadversión abierta contra Gallardón, a cuyo propósito se refiere con todo tipo de rechiflas. Habrá que permanecer, pues, atentos a una batalla que se va a sustanciar a corto plazo y de cuyo resultado pueden depender los resultados de las próximas elecciones, en mayor medida de lo que algunos piensan. Y de la que también puede depender, lógicamente, el porvenir del centro político en España y el propio futuro político de líderes como Gallardón, que parece que ha salido indemne de los golpes bajos de Sebastián.
En el PSOE también hay movimientos políticos de fondo, en buena parte suscitados por las primeras, y un poco precipitadas, intervenciones de Blanco en la misma noche electoral. Desde el momento en que Blanco achacó a Madrid los pobres resultados del PSOE, no sólo se situó a la defensiva en la valoración de los resultados generales del PSOE, que no han sido tan malos, sino que propició reacciones molestas y airadas en Madrid, inicialmente, incluso, por parte de Sebastián. El problema es que en Madrid existe la impresión de que el enfoque electoral ha venido dado desde fuera, desde la presentación de un candidato ajeno y en poca sintonía programática con el electorado progresista madrileño, hasta la organización de una estructura electoral paralela y el poco feliz episodio de las fotos de la Sra. Corulla, que acabó quebrando totalmente la estrategia positiva y socialdemócrata en la que había venido trabajando Simancas y el PSM desde hacía meses. De esta manera, un candidato exterior, y no afiliado al PSOE, acabó imponiendo la estrategia de campaña a una de las principales organizaciones del PSOE, que, en general, había dado un ejemplo escrupuloso de disciplina y de espíritu constructivo en la acogida a las propuestas de Ferraz. ¿Dónde está, pues, el lío de Madrid? ¿Acaso no eran de esperar reacciones cuando se había empezado señalando a Madrid como “chivo expiatorio” de una situación, cuyas causas, en una parte apreciable, eran ajenas? ¿Era necesario meter el dedo en la ojo de esa manera desde la misma noche electoral? Esperemos que la renuncia de Sebastián contribuya a calmar los ánimos y a establecer los equilibrios políticos y organizativos necesarios.
En este contexto, hay que destacar el buen tono de Rafael Simancas que, una vez más, intenta templar los ánimos, asumir sus responsabilidades e intentar que la situación se encauce de una manera positiva y constructiva. Lo ocurrido, sin duda, tiene que ser analizado de una manera rigurosa, identificando problemas y fallos y propiciando las medidas necesarias para rectificar y mejorar. Pero, lo que no tiene sentido es empezar a tirarse los trastos a la cabeza unos a otros, desde la misma noche electoral.
Hay personas que se crecen en las dificultades. Rafael Simancas lo demostró en el oscuro episodio –y aun no aclarado– de Tamayo y compañía. Ahora lo está demostrando otra vez, evidenciando que se trata de un líder político de valía, que mejora con el tiempo y que tiene un importante recorrido por delante.