Las mujeres actuales debemos mucho a estas generaciones y a su espíritu de lucha. Un espíritu que se ha materializado, a la par que se ha producido una modernización de nuestra sociedad, en una progresiva incorporación femenina al sistema educativo en sus diversos niveles. De hecho, según el Informe Mujeres y Hombres en España 2010, la tasa de mujeres que se gradúan en todos los niveles educativos es superior (75,9%) a la de los varones (62,6%) y es también superior el porcentaje de mujeres que superan las pruebas de acceso a la Universidad (82,8% frente al 81,2% de varones). Fue en el año 1986, tras la transición política, cuando por primera vez las mujeres (50,1%) son mayoría en la Universidad. Desde esa fecha su participación ha ido creciendo, de forma que según los datos recogidos en la Estadística de la Enseñanza Universitaria en España relativos al curso académico 2008/2009, el 54,3% de los alumnos matriculados en estudios universitarios de primer y segundo ciclo fueron mujeres. Tienen una mayor presencia en las Diplomaturas, en las Licenciaturas, en las Titulaciones Dobles y de Grado, no habiéndose incorporado todavía en paridad a los estudios de Arquitectura e Ingenierías. También es consignable que los alumnos de Doctorado sean mayoritariamente mujeres (51,5%) y que sea en el área de Ciencias Experimentales y de la Salud donde haya una mayor participación femenina (56,2%). Esta feminización ha llegado también a la práctica médica. No en vano el 45,1% del total de colegiados en entidades profesionales de toda de España son mujeres, contrastando con el escueto 8,5% de hace treinta años.
Si las mujeres españolas están plenamente incorporadas al sistema educativo y representan la mayoría de los estudiantes universitarios, no deja de sorprender que el porcentaje más bajo en profesorado femenino se concentre en la enseñanza universitaria (37,4%), con tan solo un 15,1% de mujeres Catedráticas de Universidad y que su mayor comparecencia sea visible entre los Titulares de Escuela Universitaria (41,5%).
Si esto es lo que acontece en una institución democrática y abierta como la Universidad, a la que pertenezco y donde nunca he sentido discriminación alguna por mi condición de mujer, qué no acontecerá en otros ámbitos profesionales. El techo de cristal de las mujeres sigue siendo una realidad que debería estar resuelto satisfactoriamente como sociedad, pero evidentemente hay una extraordinaria responsabilidad pública. Que el número de hijos afecte la tasa de empleo de las mujeres, al contrario de lo que ocurre en los hombres, o que del total de mujeres ocupadas un 23,4% tengan jornada a tiempo parcial, por no haber podido encontrar trabajo de jornada completa (44,7%) o por tener que cuidar a personas dependientes (79,7% del total de personas ocupadas a tiempo parcial), o que el 6,2% de las mujeres con estudios de Doctorado y Programas de Investigación Avanzada estén desempleadas, frente al 4,5% de varones con la misma formación, son cuestiones que deberían estar resueltas desde hace tiempo.
¿Qué hacer ante esta situación? Sería necesario apostar con firmeza por políticas profamiliares basadas en el principio de igualdad entre géneros, ello facilitaría una mayor integración de las mujeres al mercado de trabajo (en estos momentos, la tasa de actividad femenina asciende al 52,22%,) y compartir en equidad – mujeres y hombres – las responsabilidades familiares. Para hacerlo efectivo deberían desarrollarse servicios de ayuda a la familia (escuelas infantiles públicas, servicios domiciliarios para dependientes, viviendas asistidas para estas personas, residencias para la tercera, cuarta y, previsiblemente, quinta edad, etc), promover el desarrollo de políticas de pleno empleo y redistributivas, crear programas de apoyo a los jóvenes que les permita emanciparse a edades razonables y, en definitiva, potenciar con fondos públicos los servicios del Estado de Bienestar.
Desde que Emilia Pardo Bazán escribió: “La educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”, se ha avanzado notablemente y las mujeres españolas han ido tomando las riendas de sus vidas, pero queda mucho camino por recorrer. Seguro que entre todos podemos transitarlo satisfactoriamente…