La decisión de Rajoy se suma a la firme determinación de Zapatero por incorporar a las mujeres a las instancias más altas del poder político. Teresa Fernández de la Vega, Vicepresidenta primera del Gobierno; Carme Chacón, Ministra de Defensa; y Magdalena Alvarez, Ministra de Fomento, por citar solo a tres.
Estos nombramientos en el panorama político e institucional español coinciden además con la ocupación creciente por mujeres de puestos de responsabilidad muy relevantes en la escena internacional. La senadora Clinton ha estado a punto de convertirse en la primera candidata del Partido Demócrata a la Casa Blanca, y puede que se alce con la Vicepresidencia de la primera potencia mundial en las elecciones de noviembre. De hecho, la Secretaria de Estado de los USA es una mujer (y negra); Angela Merkel es canciller de la locomotora política y económica de Europa; y cada vez es más frecuente encontrar a las mujeres en las referencias más significativas del poder. Decididamente, el siglo XXI es el siglo de la igualdad de la mujer.
El Congreso del PP merece muchos análisis de carácter político. Sin embargo, la elección de estas tres mujeres en su staff directivo tiene un alcance histórico y sociológico que no debe pasarse por alto. Estamos hablando del partido fundado por Manuel Fraga a partir de los restos del naufragio franquista. Hablamos de la formación que representa en España los valores más tradicionales y conservadores. Hablamos del partido para el que piden el voto los elementos más retrógados de nuestra sociedad, algunos obispos incluidos. Que la derecha española se incorpore al propósito de superar la sociedad patriarcal y trabaje por la igualdad entre mujeres y hombres es una buena noticia para todos.
Nuestras abuelas aún recuerdan aquellos debates en las Cortes republicanas entre Clara Campoamor y Victoria Kent sobre los riesgos que conllevaba el otorgamiento del voto a las mujeres. Nuestras madres, hace tan solo cuarenta años, necesitaban autorización del padre o del marido para solicitar un crédito o para viajar al extranjero. Las mujeres que desbrozaron el camino de la igualdad durante la Transición Democrática, como Matilde Fernández, forman hoy parte activa de nuestras instituciones. Debemos tener en cuenta la perspectiva histórica de miles de años de subordinación al hombre para valorar justamente el avance realizado durante el último medio siglo. El avance es para la mujer y para el conjunto de la sociedad. Con el progreso de la igualdad entre ellos y ellas gana la libertad, gana la justicia y ganan los derechos humanos.
Aún queda mucho por hacer, no obstante. El brillo del oropel en estos nombramientos no puede ocultar las situaciones de desigualdad y discriminación que aún persisten. No hace falta acudir a los países menos desarrollados para buscar ejemplos. En el siglo XXI existen sociedades en las que la mujer no solo no vota, sino que encuentra cerrado el paso a la educación y el trabajo, e incluso deben ocultar su rostro bajo amenaza de muerte. Pero también en España y otros países occidentales muchas mujeres todavía encuentran serias dificultades para acceder al empleo, cobran menos por igual trabajo, y sufren el drama anacrónico de la violencia machista.
Es responsabilidad de todos seguir avanzando en el camino de la igualdad. Para que la elección de estas mujeres en puestos tan notorios no se quede en la categoría de la anécdota. Y para que la anécdota de las “miembras”, por ejemplo, no acabe por relativizar y frivolizar una lucha que merece la pena…