Durante todo ese periodo el PSOE no defendió nunca tal política. Muy al contrario, en cuanto se reorganizó en Toulouse en 1944, harto de divisiones y tendencias, decidió borrar de sus estatutos todo lo que oliese a autonomías. Por ejemplo, sólo aceptó que los socialistas vascos se organizasen en un Comité Central Socialista de Euskadi. Impuso a los asturianos que su célebre Federación Socialista Asturiana solo existiese para asuntos de solidaridad interna. En cuanto a Cataluña, los repetidos fracasos que el socialismo había conocido en la Generalitat le llevó a aceptar la creación de una Federación Catalana del PSOE y esta, alcanzada la Democracia, encontró dificultades para conseguir articularse con otros movimientos socialistas para configurar el PSC actual. Cuando en 1946 aceptó abrir un poco el cerrojo, el Partido siguió -y así lo hizo hasta 1972- prohibiendo hasta las cuotas regionales.
Cabe igualmente recordar que en México, gozando desde su llegada allí de total libertad política, los socialistas vascos reprodujeron las divisiones que ya conocían desde los últimos tiempos de la Guerra. La separación entre nacionalistas y no nacionalistas llevó a la sencilla expulsión del PSOE de los primeros.
Si hago estas rectificaciones es por dos razones:
La primera es porque no creo que el Profesor Viçenc Navarro argumente que aquellos socialistas del PSOE clandestino estaban bajo la influencia de la Monarquía y del Ejercito para renunciar al derecho de autodeterminación. Y su posición política solo fue modificada por el Congreso de Suresnes, el último año de la clandestinidad. También se puede argumentar que, a raíz del voto positivo de todos los respectivos Estatutos por los ciudadanos de Euskadi o de Cataluña, su derecho de autodeterminación estaba democráticamente, y constitucionalmente, ejercido. Y ello podría haber influido en las decisiones del PSOE. Después llegarán las desafortunadas decisiones del Tribunal Constitucional, pero esto es otro tema.
La segunda es porque, desde hace años, siento la necesidad de defender la existencia por parte del PSOE exiliado de una política con visión de futuro. Esta es una ocasión, no de aprobar o desaprobar la posición tradicional de la clandestinidad y el exilio sobre la arquitectura de España, sino de precisarla. Pero pueden surgir otras apreciaciones del mismo estilo. Por ejemplo, en el tema del cambio de posición del PSOE en Democracia sobre la pertenencia a la OTAN. Recordaré sencillamente que, desde 1948, el PSOE exiliado y clandestino aprobó la futura adhesión de una España democrática al polémico tratado. Este Partido separado de su patria también apostó, desde los primeros años, por la Unión Europea, y defendió una concepción federal de ella. También desde el año 1947 hizo suya una decisión terriblemente difícil de tomar: la supresión del principio de la legalidad y de la legitimidad de la República, a cambio de una consulta del Pueblo sobre las Instituciones de España, con todas las garantías.
Esa consulta se celebró. Fue nuestra actual Constitución. Cualquier ciudadano tiene derecho a estimarla perfecta o inadecuada. Sobran argumentos actuales para una u otra opinión, sin tener que recurrir a inexactas, o mejor dicho, insuficientemente documentadas afirmaciones sobre lo que decidieron hombres y mujeres del pasado.
Seguramente actuaban sometidos a presiones: un trágico pasado inmediato, la represión, el exilio, la miseria, los sacrificios, la esperanza, sobre todo. Nunca a la presión de la Monarquía y del Ejercito.