Es decir, somos nuevos ciudadanos de un mundo global y la generación que nos sigue vive en un mundo sin fronteras para su formación, su conocimiento, su comunicación global, su interconexión, o su ocio. Desde la propia habitación, sin movernos del sitio, disponemos de una ventana abierta al mundo.

¿Y LA POLÍTICA?

La política se ha hecho vieja. Ha dejado de ser el instrumento revolucionario que abrió las puertas de la Historia a un nuevo tiempo, modificando las estructuras sociales y económicas. La política de partidos, de gobiernos, de instituciones y organizaciones representativas de naciones, está siendo superada por las circunstancias.

Los ciudadanos son capaces de organizar campañas a través de youtube para recaudar fondos para la investigación, o de firmar peticiones de protesta en 24 horas, o de organizar una macromanifestación que ponga en jaque a un Gobierno, pero la política clásica, la que hemos conocido como sistema de representación es incapaz de ponerse de acuerdo en los puntos básicos, da igual que sea dentro de una nación (por ejemplo el conflicto Catalunya-España) o un tema de orden mundial (bien sea la actual crisis económica o la epidemia del Ébola), que está fracasando en atajar graves violaciones de derechos humanos (desde el secuestro de las niñas en Nigeria a la desaparición de los estudiantes en Méjico), que enquista sus conflictos armados sin dar pasos hacia delante (Afganistán, Iraq o Palestina), o no sabe resolver nuevas y graves desavenencias (Ucrania y Rusia), o deja que los problemas se agranden durante años y años, porque nunca hay tiempo de tratarlos en la agenda o por pura incompetencia (véase el drama humano de la emigración africana en todas sus vertientes, desde las vallas a las pateras, y los años que Europa lleva inmóvil sin una política de inmigración europea común).

La rigidez de la política, su incompetencia, el fracaso de las negociaciones, la incapacidad de dialogar, la lentitud de las instituciones, los reparos y las suspicacias, … han hecho que el sistema político esté anquilosado.

La política se ha vuelto deshumanizada, no está donde se la necesita, no se oye un discurso esperanzador, se amontona la mediocridad de los liderazgos y Gobiernos (resulta difícil de superar la mediocridad del Gobierno español), se establecen pactos cómplices y de silencio para tapar vergüenzas e ilegalidades, los representantes forman lobbies ajenos al día a día ciudadano, se actúa con un miedo conservador más pendiente de los beneficios que puedan perder, que del interés general.

Y mientras, hay una nueva política en la calle que está reconduciendo la indignación social, que se manifiesta desde España a Hong-Kong, pasando por Brasil.

El alejamiento entre la política oficial y la ciudadana es tan grande actualmente que se abre un abismo entre los representantes y sus representados.

Si el actual régimen político no es capaz de renacer, de modernizarse, de humanizarse, de elaborar un discurso real y creíble, de romper sus lobbies, de recuperar el concepto de “representación democrática”, otra política surgirá.

Quizás, el conflicto real de este nuevo siglo aún esté por desencadenarse.