Las centrales nucleares constituyen una opción con ventajas claras y también con graves contraindicaciones. En España, Zapatero ya se ha pronunciado: nucleares no, energías renovables sí. ¿Y Rajoy? Urge un pronunciamiento claro y honesto de los partidos políticos de cara a las próximas elecciones ante uno de los desafíos estratégicos más importantes a los que se ha de enfrentar la sociedad española.
El reto es evidente. Las fuentes energéticas dependientes del carbono son finitas, de extracción cada día más compleja y con serias implicaciones para el medio ambiente. El barril de petróleo alcanza ya el precio prohibitivo de los cien dólares, al tiempo que se anuncian inquietantes limitaciones en las reservas. El consumo de energía crece de manera exponencial por la incorporación de grandes núcleos de población –China, India, Lationoamérica- a los parámetros de consumo propios de las sociedades desarrolladas. El cambio climático fruto de las emisiones contaminantes ha alcanzado el estatus de preocupación global. Y las llamadas energías limpias aún no pueden considerarse una alternativa factible para sustituir a las fuentes tradicionales en el mantenimiento de los estándares de desarrollo vigentes. Claro que tenemos un problema. Un grave problema.
Ante la ausencia de una estrategia energética global, cada país adopta sus propias decisiones en aras de garantizar un desarrollo equilibrado y lo más independiente posible. Las centrales de fisión atómica aportan como ventaja una gran capacidad de producción energética sostenida e independiente a un precio asequible, que no barato. Sin embargo, sus inconvenientes son de carácter mayúsculo. De entrada, el combustible nuclear es finito y no renovable. Nunca puede garantizarse totalmente la imposibilidad de un accidente. Nadie ha logrado resolver el destino de los residuos; residuos peligrosos. Y existe garantía de fuerte contestación popular en cualquier territorio donde se decida ubicar una nueva instalación de semejante naturaleza.
Zapatero ha sido claro y valiente. Un Gobierno socialista en España a partir del mes de marzo renunciaría a construir más centrales nucleares (ahora tenemos ocho). Colocados en una balanza, los riesgos pesan más que las oportunidades en la energía atómica. El candidato socialista, además, hace un pronóstico de futuro. Acertaron aquellos que hace dos décadas apostaron en sus economías por el valor añadido de las tecnologías de la comunicación. Y acertarán quienes apuesten ahora por la investigación y la aplicación de energías limpias y renovables, en el marco de una nueva cultura para la oferta y la demanda energética. Por sus condiciones geográficas y climatológicas. Por la salud y el equilibrio de su economía. Por la capacidad de emprendimiento de su sociedad. España es uno de los países con más potencialidad en la puesta por la energía limpia y sostenible. Ahí está el futuro. Un futuro por el merece la pena jugársela.
Pero, ¿y Rajoy? ¿Y el Partido Popular? La otra gran opción para el Gobierno de España no se ha pronunciado claramente al respecto. ¿Cómo pretenden hacer frente al desafío energético? ¿Seguirán el camino nuclear de su admirado Sarkozy? ¿O la senda verde que apunta Merkel? Si, como muchos sospechamos, Rajoy está dispuesto a ceder a las presiones del lobby nuclear, debe anunciarlo a los votantes antes del 9 de marzo. Y debería adelantar también en qué ciudades establecería las nuevas centrales. Lo contrario, la simulación y el engaño, sería poco honesto.