Noruega no está tan lejos de Laponia, como sugería algún lúcido empresario español. Es decir, nuestros jóvenes están buscándose la vida como pueden porque aquí no tienen esperanza.

El último informe de la OCDE indica que España es el país donde más jóvenes no estudian ni trabajan, son la generación ‘nini’. Somos el país europeo con el porcentaje más alto, ¡casi ocho puntos por encima de la media y seis puntos más alto que en 2008! Casi el 30% de nuestros jóvenes de 25 a 29 años está en esa situación.

Nos hemos cansado de decir que nuestros jóvenes son la generación más formada, pero ahora, en lugar de aprovechar ese potencial, los expulsamos de nuestro país. Al mismo tiempo que, paradoja y consecuencia grave del ‘boom’ inmobiliario, España lidera también el deshonroso puesto del mayor fracaso escolar. ¿Cómo convivir con tanta incoherencia sin que este país estalle en pedazos? Aunque hay que advertir qué ciegos y necios están los que no ven que España se mueve: la ciudadanía tiene ganas de salir a la calle a protestar, por eso podemos ver la manifestación masiva a favor de los mineros, las protestas educativas que no cesan, o la manifestación en Catalunya.

A los jóvenes sobradamente formados les damos el pasaporte para que emigren y busquen trabajo fuera, desaprovechando incomprensiblemente su talento. Aquí no hay trabajo de su nivel, o más bien, NO HAY TRABAJO. Y parece que no nos preocupa ese éxodo. Estoy convencida que, con toda la dureza que supone “emigrar”, quien se lleva la peor parte es España, que está condenando su futuro.

Todo el mundo coincide en señalar que un seguro para salir de la crisis es apostar por la ciencia, la investigación y la innovación. La educación y la formación se convierten en las herramientas principales de un país que quiere ser rico, como decía Amartya Sen. Un indicador útil para medir la calidad de la I+D+I es la cantidad de patentes de utilidad que tiene el país por cada mil habitantes. Por ejemplo, según los últimos datos del World Economic Forum: España tiene 6,8 patentes de utilidad por 1.000 hab. frente a Alemania que tiene 108, o EEUU tiene 251.

Pero parece que vamos al revés. Recortes en educación, cultura, ciencia e investigación están llevando a este país a una caída en picado de sus posibilidades para salir de la crisis. Paradójicamente, nos estamos quedando en tierra de nadie: con una estrategia y realidad productiva propias de economías en retroceso, pero nuestras aspiraciones y realidad social son las de los países avanzados. ¿Qué es lo que está mal para que no encajen las piezas: la formación de nuestra juventud o el mercado productivo?

Para solucionar esta situación y buscar trabajo, aparece Esperanza Aguirre con Eurovegas, y enfrente, en plena competencia, Artur Mas con Barcelona World. ¿De verdad alguien está riéndose de nosotros? ¿No han aprendido nada nuestros políticos de los años de locura, de falsa riqueza, de corrupción encubierta, de mafiosos y manipuladores, de ‘booms’ que nos han llevado a la ruina? ¿Son Adelson y Bañuelos los salvadores de esta situación? Tengo la impresión de que, detrás de la excusa de crear trabajo, todavía hay quienes piensan en hacer negocios con terrenos, contactos, e inversiones desorbitadas y difíciles de controlar.

No hay dinero para educación, investigación, becas, formación, empleo de calidad, pero sí que lo hay para promocionar negocios, algunos como Eurovegas, de dudoso beneficio social.

Y, aún presuponiendo buena voluntad en estos proyectos (cosa que dudo) y en sus promotores (algo que dudo también), la pregunta es: ¿qué tipo de trabajo vamos a desarrollar? Trabajo de servicios, de mano de obra sin cualificar, de temporalidad, sin preparación ni formación.

Expulsamos el conocimiento y nos traemos las fichas del casino. ¿Qué futuro le espera a nuestro país? Quizás deberíamos volver a ver la inolvidable película de Luis G. Berlanga, “Bienvenido, Mr. Marshall”, para ir reconociéndonos en tiempos pasados que nuestro Gobierno parece añorar.