No es este un asunto menor. En el verano de 2012 Mario Draghi anunció que el BCE haría todo lo necesario para sostener a la moneda única, quizás el logro más concreto y tangible de más de sesenta años de construcción europea, aunque ahora algún tertuliano iluminado agraciado por la buena fortuna electoral proponga abandonarlo o derogar el Tratado de Lisboa, ahí es nada. Este apoyo al euro incluiría si fuera necesario compras ilimitadas en el cantidad y en el tiempo de deuda pública de los países llamados periféricos y que estaban siendo víctimas de ataques especulativos por parte de los fondos de inversión anglosajones, muy interesados al parecer en hacer caja a costa de los europeos continentales, y de paso acabar con el rival del dólar estadounidense como moneda de reserva internacional. La declaración del presidente del BCE surtió efecto y regresó la estabilidad financiera la zona euro. Si este paso se hubiera tomado en mayo de 2010 alguno de los Estados en cuestión se hubiera ahorrado un cambio en la Constitución para sacralizar el déficit cero y una retahíla de recortes sociales y subidas de impuestos que lo devolvieron a la recesión.
En cualquier caso, es justo reconocer que en ese mes de julio de 2012, el BCE se hizo mayor de edad y actuó sin tapujos como un verdadero banco central. El jueves 5 de junio de 2014 se convertirá en otra fecha señalada en la definición del BCE como factor impulsor no solo de la estabilidad financiera sino del crecimiento (mandatos por cierto que se encuentran en sus estatutos, pero que siempre fueron relegados en favor de la obsesión en el control de la inflación). Conscientes de que los precios siguen bajando en la unión monetaria, y de que por tanto existe un riesgo de largo estancamiento del crecimiento y del empleo, además de la posibilidad de caer en la deflación, en tal día el BCE decidió dos medidas extraordinarias para facilitar el flujo del crédito de los Bancos a la economía real. En primer lugar, se rebaja el tipo de interés (el precio del dinero) de un ya bajísimo 0,25 por ciento, al 0,15. De este modo a los Bancos les resulta aún más barato pedir prestado al BCE. En segundo lugar, se va a penalizar a un tipo de interés negativo los depósitos que tienen los Bancos comerciales en el BCE, para que así lo presten en lugar de guardarlo. Se trata, en definitiva, de un paquete de medidas no convencionales que van en la dirección del crecimiento, pero que en cualquier caso tendrán que ser complementadas con una política fiscal menos restrictiva que la practicada hasta la fecha en la Unión Europea.