Con su tradicional estilo claro y directo, Guerra manifestó que la estrategia de “tirar cada uno para su lado”, sin atender a criterios de progreso común, puede traer “consecuencias complicadas”. “O se es socialista o no se es”, concluyó. También alertó Guerra a aquellos que amenazan implícitamente con no apoyar los Presupuestos Generales del Estado: la alternativa a un gobierno socialista es “un gobierno de la derecha con respaldo nacionalista”.

Estas palabras merecían reflexión, sin duda. También merecían un debate a fondo. Hasta puede que merecieran cierta controversia. Pero en modo alguno merecían una respuesta desconsiderada y falta de respeto hacia su autor. Y esto es lo que se ha producido en alguna instancia del poder catalán.

Claro que al quedarse en la desconsideración hacia el dedo del sabio, tales instancias evitaban la incomodidad de ofrecer respuestas a los interrogantes que el sabio señalaba. Y, para muchos, en Cataluña y fuera de Cataluña, los interrogantes siguen ahí.

¿Es socialista anteponer la identidad territorial sobre la identidad ideológica? ¿Es socialista reclamar límites a la solidaridad en los mecanismos de financiación del Estado? ¿Es socialista exigir la aplicación del “principio de ordinalidad” para que la comunidad más rica nunca reciba menos dinero que la comunidad menos rica? ¿Es socialista plantear las balanzas fiscales como base de una nueva financiación a fin de que “quien más pone en la caja común reciba más de la caja común”?

¿Es socialista hacer valer el peso político de cada comunidad sobre las necesidades de las personas en el reparto de los fondos públicos? ¿Es socialista esgrimir las identidades regionales para reclamar privilegios en el debate financiero? ¿Es socialista insistir en la negociación bilateral exclusiva cuando los fondos a repartir son de todos? ¿Es socialista buscar acuerdos con la derecha valenciana y cerrarlos con la derecha nacionalista frente a un gobierno socialista en el Estado?

¿Es socialista no zanjar definitivamente y sin ambigüedades calculadas la duda generada sobre el sentido del voto de los diputados socialistas catalanes en el debate presupuestario? ¿Es socialista vincular el futuro de las relaciones entre el PSC y el PSOE a la cantidad de dinero que reciba el gobierno catalán? ¿Es socialista alertar sobre la quiebra del pacto constitucional si no se satisfacen las demandas dinerarias de la Generalitat?

Entiendo que las preguntas pueden tener difícil respuesta. Pero ello no justifica la descalificación de quien las sugiere.

Por cierto, ¿cuántos ciudadanos de Cataluña votan las candidaturas socialistas porque saben que Alfonso Guerra forma parte del PSOE?