En realidad, más que liquidar un proyecto de dudosa eficacia y potencialmente destructivo de la confianza entre Washington y Moscú, lo que ha hecho Obama es modificarlo y darle un sentido más pragmático, muy en su línea de gobierno de estos meses. Después de todo, el Kremlin siempre ha sospechado que Irán era sólo una excusa y que el proyecto se había diseñado pensando en Rusia.

Antes de conocerse en detalle la noticia, los medios conservadores y algún congresista republicano se apresuraron a acusar a la administración demócrata de debilitar la posición defensiva adelantada de Estados Unidos en Europa. Obama desactivó las críticas al encargar la explicación de su decisión a su Secretario de Defensa, Robert Gates, de credenciales republicanas intachables y ocupante del mismo cargo en la última administración Bush.

El escudo de Bush estaba oficialmente destinado a “detener” misiles iraníes (o norcoreanos) de largo alcance. La actual administración, basada en informes de inteligencia, ha llegado a la conclusión de que Teherán ha ralentizado el desarrollo de estos sistemas y acelerado otros alternativos de corto alcance. Por consiguiente, se imponía un cambio de respuesta preventiva. Según el proyecto de Bush, debía instalarse un rádar en la República Checa y misiles de intercepción en territorio de Polonia. El sistema propuesto ahora se emplazará a bordo de barcos Aegis que surcarán mares del Norte y Sur de Europa. Por cierto, éstos últimos más cerca de Israel, detalle éste que puede tener una singular importancia en el cambio de orientación del proyecto. En todo caso, el propio Gates señaló que, en una segunda fase, es muy probable que se instalen misiles interceptores SM-3 también en tierra y preferentemente en la propia Polonia. Un cambio limitado, por tanto.

Aparte de los supuestos cambios de desarrollo tecnomilitar en Irán, es muy probable que el reajuste armamentista norteamericano en la antigua Europa del Este obedezca también, siquiera en una pequeña parte, a cálculos económicos. De momento, ya se anuncia que el nuevo sistema tiene un calendario de despliegue mucho más rápido –siete años menos- y complicaciones logísticas más reducidas.

En Praga y Varsovia la decisión no habrá gustado mucho, pero seguramente obtendrán compensaciones. Por el contrario, a Rusia le ha parecido espléndido que el escudo protector se aleje de sus fronteras. El diálogo con Moscú sobre las opciones con la nuclearización de Irán ha cobrado nuevas perspectivas.