En primer lugar, ambas trayectorias parten de una renovación profunda dentro de sus propios partidos: al Sr. Bono, su primer contrincante político de altura, Rodríguez Zapatero tuvo que vencerle contraponiendo el valor de la renovación a la imagen del pasado que representaba aquel. Exactamente lo mismo que está haciendo Obama en su campaña frente a Hillary Clinton. Es probable que, si gana en las primarias, lo haga por tan escaso margen como lo hizo Zapatero ante Bono.
La oferta política de Obama a su país no se concreta excesivamente: es, genéricamente, de cambio y, se dirige hacia distintos sectores del electorado norteamericano tratando de romper la división clásica entre republicanos y demócratas. Recuerda la primera oferta de Rodríguez Zapatero cuando se dirigía, más allá del socialismo español, a los más amplios sectores progresistas o a los distintos nacionalismos periféricos. Por lo mismo, la actual acusación de abuso de retórica que, ahora, sufre Obama de sus adversarios políticos, la conoció, en su momento, Rodríguez Zapatero de los suyos.
Su postura ante la guerra de Irak también es común, así como el deseo de que las tropas de sus respectivos países vuelvan a casa. Podría pensarse que, si gana Obama, tomara alguna decisión en tal sentido, si bien no es de esperar que sea tan drástica como la que adoptó Rodríguez Zapatero en su momento.
Incluso el famoso “We can” de Obama recuerda la confianza que tenía Rodríguez Zapatero en su victoria electoral de 2.004 cuando no todo su partido era tan optimista.
El modo en que ambos se manifiestan también es similar: al ya muy famoso “talante” de Rodríguez Zapatero, responde Obama con unas formas suaves aunque con una, también, aparente firmeza en su actuación.
Por no hablar de su misma figura física, estilizada y apuesta y de su presencia ante las cámaras: trajes ajustados, corte de pelo y sonrisas permanentes son las vestimentas cotidianas de ambos. No hago referencia a algo tan obvio como el color de su piel por lo intrascendente del asunto en este caso.
En fin, parece como si, al igual que los expertos españoles en técnicas electorales viajaban antes a USA para aprender, fueran ahora los norteamericanos los que lo hicieran pero en sentido contrario y hubieran aconsejado a Obama que “hiciera” de ZP.
Sólo hay que desear que, si Obama ganase las elecciones americanas, no se crispe su país. Sería mejor para ello, y para todos, que el Sr. Mc Cain aceptara la derrota y que la población del primer país de nuestro planeta no estuviera sometida a la tensión política a la que hemos estado sometidos los españoles durante los últimos años. Porque, entre otras cosa, los norteamericanos están armados hasta los dientes, tanto personal como colectivamente.