En esta ocasión la Conferencia de la OIT, que se ha celebrado del 3 al 17 de junio pasado, ha tenido como eje central el debate sobre la crisis económica que estamos sufriendo. Precisamente, la memoria del director general contempla el diagnóstico de la situación económica y las alternativas para salir de la crisis en la que estamos inmersos recogiendo, como es norma y costumbre, la posición de los gobiernos, empresarios, y sindicatos que configuran el carácter tripartito de su estructura organizativa.
La OIT ha llegado a la conclusión de que el actual modelo de globalización está llegando a su fin. Por eso resulta prioritario trabajar en la construcción de los cimientos de una nueva globalización basada en un crecimiento económico y en un desarrollo social más justo, sostenible, y respetuoso con el medio ambiente. Esta crisis ha estado precedida de crecientes desequilibrios y de un aumento de las desigualdades en los ingresos y en la distribución de los beneficios que se han generado por el notable crecimiento de la economía que se ha producido hasta hace algo más de un año. La situación se ha visto agravada porque la visión dominante de las políticas sobrevaloraba la capacidad de los mercados para autoregularse, a la vez que se infravaloraba el papel del Estado, la dignidad del trabajo, el respeto por el medio ambiente, los servicios de interés público al servicio de las personas, y la protección social.
En los últimos meses se ha experimentado una rápida caída de la inversión, el consumo, y el comercio en todo el mundo que ha dado lugar a pérdidas masivas de empleo en la gran mayoría de los países. Según diversas fuentes recogidas por la OIT, en 2008, el desempleo en el mundo aumentó en 14 millones de trabajadores. En los países de la OCDE, más de 7 millones de personas fueron al desempleo entre enero de 2008 y enero de 2009. En los EEUU se perdieron 5,4 millones de empleos entre julio de 2008 y febrero de 2009. España registró una pérdida de 766.000 puestos de trabajo en el primer trimestre de 2009 y el desempleo se elevó al 17,4% (más de 4 millones de trabajadores). La tasa de desempleo de Irlanda pasó del 4,9% en el primer trimestre de 2008 al 10% en febrero de 2009. Suecia y Turquía también han registrado rápidas pérdidas de empleo. En la Federación de Rusia, el número de desempleados aumentó en 2 millones de personas entre mayo de 2008 y enero de 2009. Finalmente, y por destacar los datos más llamativos, en Corea se perdieron 1,2 millones de empleos entre junio de 2008 y febrero de 2009. Desgraciadamente la tendencia continúa en la gran mayoría de los países y todo indica que la crisis del empleo a nivel mundial persistirá en los próximos cinco o seis años.
Efectivamente, las previsiones actuales siguen apuntando a niveles elevados y persistentes de desempleo. La peor hipótesis de la OIT contemplaba que, en comparación con 2007, a finales de 2009 se podría producir un aumento del desempleo en el mundo de más de 50 millones y que unos 200 millones de trabajadores podían verse conducidos a una situación de extrema pobreza. La evolución reciente de la crisis y el seguimiento continuo de los mercados de trabajo indican que las tendencias actuales se sitúan en el orden de las previsiones más pesimistas y, no podemos olvidar, que detrás de cada empleo perdido se produce un drama personal, una familia con graves problemas de subsistencia y, por lo tanto, una crisis social. Además el desempleo agrava el estrés, las enfermedades, y la pérdida de autoestima lo cual genera un estado de angustia personal lamentable.
Mientras tanto, la fuerza de trabajo en el mundo- que se eleva hoy a 3.300 millones de personas- se está incrementando cada año con la llegada de unos 45 millones de personas que buscan afanosamente un puesto de trabajo.
Decenas de millones de jóvenes están a punto de abandonar la escuela e ingresar en un mercado de trabajo precario a través de un empleo basura o de escasa remuneración, lo que puede comprometer seriamente las expectativas de que los jóvenes encuentren un empleo decente en el futuro.
Por otra parte, el derecho al trabajo se debilita cuando la destrucción de empleo se lleva a cabo de una forma discriminatoria afectando más a los más débiles, es decir, a los inmigrantes, las mujeres, y los jóvenes. Ello, junto a la irresponsabilidad de algunos empresarios, fomenta también el incumplimiento de los convenios colectivos y acrecienta las dificultades que tienen los trabajadores para mantener sus niveles salariales y las prestaciones sociales a las que tienen derecho a costa de grandes esfuerzos. En la actual situación, en muchos países está aumentando el riesgo de que se fomente el trabajo clandestino, el trabajo infantil e, incluso, el trabajo forzoso y obligatorio que podría alimentar el racismo, la xenofobia, y la división social.
Otro asunto preocupante es que la mayoría de las personas que se quedan sin empleo, inclusive en países desarrollados, no reciben prestaciones por desempleo. Entre mayo de 2008 y febrero de 2009 se ha producido un fuerte aumento de la demanda, como lo demuestra el aumento del número de personas beneficiarias de prestaciones de desempleo que alcanzó el 53% de media, calculado sobre una muestra de 19 países emergentes y países industrializados. Hay que añadir que muchos países emergentes y en desarrollo carecen de prestaciones básicas de desempleo. Además, las redes de seguridad social, incluso de las economías desarrolladas, tienen importantes lagunas y distan mucho de dar una prestación suficiente a los desempleados.
Efectivamente, tan sólo una quinta parte de la población tiene acceso a las prestaciones sociales de los regímenes de la seguridad social y la extensión creciente de los fondos privados de pensiones en los últimos decenios ha aumentado la inseguridad de los ingresos de los pensionistas. En los países de la OCDE, estos fondos perdieron por término medio más del 20% de su valor en 2008. Las cifras de América Latina son similares y en realidad podrían pasar años antes de que los activos de los fondos de pensiones recuperen el valor que tenían antes de la crisis. Esto afectará muy negativamente a las pensiones de las personas que se vayan a jubilar dentro de diez años puesto que, como media, estas pérdidas representan 2,6 años de cotización a los fondos de pensiones.
El diagnóstico de la actual situación contempla también un aumento de los riesgos de inestabilidad puesto que el sentimiento de injusticia es cada vez mayor y esto crea serias tensiones sociales. De acuerdo con un índice de inestabilidad elaborado por la Economist Intelligence Unit, de la Revista The Economist, en 95 de 165 países examinados hay un riesgo alto o muy alto de inestabilidad. En el caso de otros 53 países, el riesgo de inestabilidad se califica de moderado, y sólo 17 países, casi todos con un elevado nivel de desarrollo, reciben una calificación de bajo riesgo. Como se conoce en varios países, ya se han producido grandes manifestaciones de protesta que han generado crisis políticas y sociales.
Estas desigualdades globales resultan inaceptables desde el punto de vista moral y además son insostenibles desde el punto de vista político, lo que justifica el compromiso de la OIT por hacer de la justicia social y de la globalización equitativa los principales motores del futuro.
Para responder a la actual situación de crisis, desde la perspectiva del trabajo decente, la alternativa que nos presenta no es otra que el Pacto Mundial por el Empleo concebido como una contribución política para mitigar las repercusiones de la crisis en las familias trabajadoras y en las empresas, sobre todo en las PYMES, así como para contribuir a la recuperación de la economía y del empleo de una manera sostenida. El objetivo estratégico del Pacto consiste en lograr que el empleo y el mercado de trabajo, así como la protección social y los derechos de los trabajadores, ocupen un lugar central en las medidas de estímulo destinadas a hacer frente a la crisis. En este sentido, el diálogo social y el fortalecimiento de los procedimientos de negociación colectiva- para facilitar la obtención de acuerdos salariales y de condiciones de trabajo- resulta fundamental, sobre todo en el caso de los trabajadores poco remunerados, pero también como apoyo al incremento real de salarios de los trabajadores en su conjunto y por lo tanto a la demanda de los consumidores, lo que fomentará el consumo interno ayudando al crecimiento de la economía.
La simultaneidad de la crisis en todo el mundo hace que ningún país pueda pretender superarla recurriendo a las exportaciones, por lo tanto la respuesta individual no sirve y sólo resultará eficaz una respuesta global. Para reactivar el crecimiento hay que comenzar llevando a cabo medidas internas en el marco de las políticas fiscales y monetarias destinadas a fortalecer la demanda, los servicios públicos, y la construcción de infraestructuras. Sólo el efecto combinado de las políticas nacionales de todos los países permitirá que los intercambios comerciales vuelvan a actuar como motor de crecimiento de la economía.
Estas políticas deben ser coordinadas para tener un efecto multiplicador, y desde luego un efecto más contundente que las acciones aisladas, y se deben llevar a la práctica dentro del Pacto Mundial por el Empleo que propone la OIT. Su propósito es invertir la tendencia recesiva y acelerar la recuperación, y por lo tanto el empleo, la protección social, y la demanda mundial.
En la búsqueda de estos objetivos se está impulsando la participación de los gobiernos y de los interlocutores sociales; también en España. Los poderes públicos y los empresarios son los que más pueden aportar a la hora de poner en práctica las medidas de la OIT cuya moderación ha quedado patente en sus 90 años de historia. Por lo tanto, que nadie se asuste por estas ideas; las verdaderamente preocupantes, por reiterativas e interesadas, las tenemos entre nosotros y se difunden todos los días a través de los medios de comunicación. Por supuesto, esas malas ideas se encuentran en las antípodas de las políticas que tienen como misión la defensa de los intereses de los más desfavorecidos.