Las filtraciones sí están sirviendo para ajustar cuentas, en España por ejemplo, contra jueces, políticos y funcionarios que no nos gustan y que en el fragor de las revelaciones parecen quedar muy mal parados, pero mejor parados de lo que sugiere una segunda y desapasionada lectura, aparte las puntualizaciones de los mismos afectados. Porque las filtraciones eluden cualquier contexto y deliberadamente se recubren como de acusación pura y dura, irrebatible. Sin embargo, conviene leerlas y releerlas porque, como escribe Timothy Garton Ash, son el sueño del historiador y la pesadilla del diplomático. Ciertamente no es fácil su trabajo, en especial si ha estado relacionado con la tan polémica Administración del Presidente Bush, el Joven.
No es cuestión de defender a los Estados Unidos y sus diplomáticos, temas de lo que sabemos casi todo por libros, películas y por supuesto gracias a las filtraciones de un país tan trasparente y del que todo se acaba por saber. No ocurre lo mismo con otros, ojalá algún día nos solacemos con filtraciones tan sabrosas procedentes de Pekín, Moscú, Pyongiang, etc., para que sepamos lo que es bueno, lo que vale un peine y no se caliente la cabeza de tanto ignorante, bienintencionado o nó, con la animosidad antiamericana. Porque con o sin filtraciones ciertamente juzgamos a los Estados Unidos pero también los comparamos con la Rusia de Putin, la China de Hu Jintao o la Venezuela de Chávez, donde también las cosas de la ETA acaban por saberse, para respirar aliviados pese a todo, y preparar el próximo viaje de compras a Nueva York.