Vivimos una profunda crisis económica y ecológica, social y política, en el mundo y en spaña. Es una crisis sistémica y una crisis de valores, que exige iniciar la transición hacia un sistema basado en la sostenibilidad ambiental, la equidad social y la participación política activa. Es preciso civilizar la política y repolitizar la sociedad: radicalidad democrática, ética ciudadana, responsabilidad, autonomía, solidaridad, respeto al medio ambiente.
Porque la acción política y las respuestas del siglo XX ya no sirven para el siglo XXI y porque a los ideales solidarios hay que sumar nuevos valores: la equidad entendida como igualdad de oportunidades y protección social; el ahorro y la eficiencia en el uso de los recursos; la responsabilidad para con las generaciones futuras mediante el equilibrio en las relaciones con la naturaleza; la independencia de las instituciones públicas respecto a los poderes económicos; la gestión transparente, honesta y eficiente de lo público al servicio de la ciudadanía, la democracia participativa y deliberativa; el pacifismo activo… para abrir el camino hacia otro proyecto realista en el que sea posible la convivencia pacífica y el bienestar humano para toda la población, ajustando el desarrollo a los límites físicos y biológicos del planeta, en un mundo que, aunque no perfecto, sea viable para todos y más justo.
Se necesita una voz potente que promueva la transformación ecológica de la economía, la revolución energética y ambiental, la biodiversidad, la justicia distributiva, el estado del bienestar, la protección social, los derechos civiles y laborales, la igualdad de oportunidades y la no discriminación, los derechos de los animales, la diversidad sociocultural y lingüística, y la paz entre los pueblos de nuestro planeta.
Estos valores, sobre los cuales debería ser posible encontrar en la sociedad un amplio entendimiento, más allá de las percepciones ideológicas tradicionales, deberían configurar una línea de salida concreta a la crisis económica actual que amenaza con desmantelar el Estado de bienestar, los derechos laborales y la protección social en Europa y con arruinar las perspectivas de una globalización equitativa y respetuosa con el medio ambiente a escala mundial.
Hay otra forma más justas y eficiente para superar la crisis. Como incrementar los ingresos con una adecuada fiscalidad dirigida a los que más ganan, más tienen y más contaminan; modulando la reducción del gasto reduciéndolo de las subvenciones a las actividades contaminantes, de las inversiones en infraestructuras ruinosas, como AVEs sin pasajeros, aeropuertos sin aviones, autopistas solitarias, de los gastos militares y eclesiales,…
Es otro enfoque perfectamente viable en el que la política económica que tenga como objetivo la creación de empleo mediante la economía verde y baja en carbono que permitirá avanzar hacia otro modelo productivo y de consumo frente a una crisis que no es solo financiera y económica, sino también energética, climática y ecológica. Una práctica política capaz de dar una respuesta de forma participativa a las demandas ciudadanas, recuperando la confianza de la población en la acción política y, por encima de todo, adoptando propuestas sólidas y novedosas dirigidas a la consecución de la justicia social, económica y ambiental.
Es preciso una apuesta decidida por la equidad social, por el fin de los recortes sociales, que además de injustos ahogan la economía. Una apuesta por un sistema de educación y sanidad pública potente y gratuita. Profundizar en la igualdad entre hombres y mujeres, en especial en el acceso al mercado laboral. Es preciso un pacto de Estado contra la exclusión social y un mayor reconocimiento y visibilidad de las organizaciones sociales mediante planes de apoyo al tercer sector.
Es necesaria la apertura de un proceso participativo para la reforma de la constitución que garantice un nuevo sistema electoral efectivamente proporcional y con listas abiertas y desbloqueadas y afrontar las necesarias reformas de la justicia.
Como decía antes, hay que apostar por la reactivación económica para crear empleo a través de un nuevo modelo productivo ambientalmente sostenible. Para ello es preciso un fuerte apoyo al I+D+i hasta que alcance el 3% del PIB, el fomento del crédito a las empresas y emprendedores a través de una banca pública y una reforma del sistema financiero y una reforma fiscal que actúe no sólo sobre el gasto público, sino también y principalmente sobre los ingresos. Tienen que pagar más lo que más tienen y los que más contaminan, mediante una fiscalidad verde y una tasa de emisiones de CO2 .
Es imprescindible luchar contra el cambio climático, detener la pérdida de biodiversidad, recuperar la vida agraria, mantener e incrementar los espacios naturales, promover unas ciudades más habitables y saludables, reducir el impacto de los residuos, hacer un uso eficiente del agua y avanzar en el respeto a los animales.
En este sentido, es fundamental una Ley de Cambio Climático que permita reducir las emisiones de CO2 y alcanzar el objetivo de producción de energía eléctrica 100% renovable para 2030 y cerrar las centrales nucleares en 2020. Una Ley de Movilidad Sostenible, reinvirtiendo el presupuesto del PEIT en la mejora del las redes ferroviarias de cercanías y la electrificación del transporte. Así como una Ley Marco de Recogida selectiva de basuras. Desarrollar la agricultura ecológica, una Agencia de Biodiversidad y Parques Nacionales y fomentar el empleo verde en el medio rural.
La peculiar situación española, con un desempleo insoportable, aconseja emprender esa dirección. España cuenta con un potencial extraordinario en el desarrollo de las energías renovables, con la mayor superficie cultivada de agricultura ecológica en Europa, con capacidades tecnológicas en sectores emergentes, con excelentes profesionales en salud, investigación científica y educación, con una sociedad civil emprendedora… que podrían llevar a construir un desarrollo diferente y con pleno empleo. Pero con empleos menos vulnerables y más sostenibles: solo las actividades generadoras de empleos verdes, como las energías renovables, la agricultura ecológica, el transporte sostenible, la rehabilitación de edificios,… podrían generar dos millones de nuevos empleos e importantes beneficios sociales, ambientales y económicos.
No solo deben cambiar las políticas, sino también la política. Hacen falta reformas electorales y constitucionales de gran calado, una nueva transición para una mejor representación de la ciudadanía, con partidos más transparentes y refractarios a la corrupción, con organizaciones sociales y ciudadanas más representativas y con más poder de consulta. Una democracia que gane mayores cotas de legitimidad añadiendo instrumentos de democracia participativa y deliberativa.
El desafío no es menor. La demanda de la sociedad está exigiendo salidas viables, y por tanto, distintas, de la crisis que padecemos, en clave de equidad social, sostenibilidad ambiental y de mayor democracia. Es preciso crear un espacio político para las generaciones emergentes, un espacio para construir alternativas para todas las personas que estén dispuestas a comprometerse generosamente para encontrar, individual y colectivamente, soluciones de actualidad a los desafíos de nuestro tiempo. Ese debe ser nuestro compromiso. Nuestro proyecto compartido.