Pero la realidad es que matricular a un hijo se ha convertido en una aventura digna de Indiana Jones, con todos los riesgos y con la incertidumbre de saber que pones en riesgo el futuro de tus hijos.

Este año, por primera vez, se han acabado los problemas de falta de centros educativos, porque la medida era tan sencilla como aumentar la ratio: ¡en secundaria a 36 alumnos! Y más vale que no protestemos, porque en la época de Franco estudiábamos 40 en un aula, y como dice algún consejero de educación, no pasaba nada: “no hemos salido tan mal” ¿o quizás sí?, preguntaría yo viendo quiénes y cómo nos gobiernan. De todas formas, se trata de que la educación mejore las condiciones del país y no que las empeore.

Así que ahora tenemos a los directores de los centros “atacados también de los nervios”, porque las órdenes son agrupar niños y niñas en clases de 36 y así cerrar las aulas que se queden vacías. Más alumnado en clases que, la mayoría, están hechas para 30 alumnos máximo, con lo que no hay espacio suficiente. Con un problema mayor y es que contarán con menos profesores. La mayor parte de los centros perderán a sus interinos que no renovarán contrato. Así que tendremos más alumnos y menos profesores. Eso que supone: que ya no habrán clases de desdobles, ni refuerzos, ni cursos de adaptación curricular, ni ayuda de integración, ni especialidades, ni atención a la excelencia, ni …. Eso sí, ahí está el ministro Wert para, mintiendo sin rubor alguno, insistir en que ganaremos en calidad educativa.

“Al borde de un ataque de nervios” están también los profesores interinos que no saben si renovarán su contrato el año que viene: sin plaza, con familias, y con la incertidumbre profesional. Las plantillas en educación tienen aproximadamente el 30% de su profesorado en situación de interinidad. Y “de los nervios” están los profesores fijos que saben que tendrán más alumnos en clase, de todo tipo de problemas y variedades, sin ninguna ayuda pedagógica o psicológica. ¡Un método fantástico para que la educación funcione: tener a todo el profesorado angustiado, decepcionado, desencantado y aborrecido con una profesión claramente vocacional!

Después de realizar la matrícula en un centro público, porque soy madre defensora de lo público, no sabré hasta julio dónde irá mi hija, pues hay que agrupar niños en centros hasta completar ratios. Puede darse el caso de que en la distribución, no haya instituto público solicitado, sino que tenga que ir a un concertado. Pero ¡con la iglesia hemos topado! La inmensa mayoría (el 90%) de centros concertados de este país son católicos. Después de visitar uno y hablar con el director, éste me explica la importancia de la “libertad confesional” y que no me preocupe, que mi hija (no bautizada ni ha tomado la comunión) no tiene obligación de ir a misa semanal en el colegio y a religión, porque hay dos niñas musulmanas más con las que podrá quedarse en el recreo, ¡de 800 alumnos! Es decir, mi hija llevará una luz en la cabeza para que todos sepan que es “rara, no creyente, no va a misa, etc y etc” ¡Viva la integración, la pedagogía y la libertad confesional!

Respuesta de la administración educativa: “si a usted no le interesa, siempre podrá ir a un privado donde no se encontrará estos problemas: allí no hay inmigrantes, ni aumento de ratios, ni faltan profesores, ni hay conflictos religiosos, y además, aprenderá perfectamente inglés”. Y ya, con la voz bajita, susurran: “yo de usted, si puede pagarlo, la llevaría a un privado”. Efectivamente, porque las leyes, las normas, los criterios de admisión, los recortes educativos, la falta de presupuesto, el menor número de profesores, la aglomeración de los alumnos, la subida de precios en la universidad, la falta de becas y ayudas, …. están encaminados a redirigir a la mayoría de españoles hacia el colegio privado, realizando así una dualización de la enseñanza.

En Valencia, actualmente, el 50% de las plazas ya son privadas. Y sigue en aumento, por ejemplo, la creación de universidades católicas, mientras se siguen recortando y asfixiando las ayudas a la pública. Independientemente de la crisis, no hay ningún país europeo que viva aún el anacrónico problema de qué educación debe escoger para sus hijos, en un país dividido al 50% entre públicos y concertados religiosos, con continuos vaivenes en materias éticas y cívicas, y ahora mismo, en una fuerte regresión.

Así tenemos ahora España: envueltos en medio de una galopante crisis económica, al borde del precipicio, escuchando las torpezas de los ministros, pendientes de Europa y de Merkel, y, para colmo, cerrando escuelas rurales, eliminando aulas y grupos, masificando centros educativos, y sin saber dónde, con quién, y cómo estudiarán nuestros hijos.

Hay muchas cosas difíciles de perdonar al PP, pero ésta es IMPERDONABLE.