El hombre que se ha suicidado en Granada, justo antes de que le desahuciaran, era y es uno de nosotros. Es una de tantas personas que se están viendo acogotadas por la crisis, sin que se les ofrezca la oportunidad ni la ayuda para salir adelante con dignidad. Los poderes públicos abdican de su responsabilidad y abandonan a los ciudadanos en riesgo de exclusión y con problemas económicos graves.
España tiene unas cifras de paro insostenibles, que llegan al 25%, y 1,7 millones de personas que ya no perciben prestación, lo que aboca a familias enteras a la beneficencia, porque estamos dejando de hablar de derechos para volver a hablar de beneficencia, con todo lo que eso conlleva. Los datos también alertan del aumento de la pobreza, nada más y nada menos que una de cada cinco personas se encuentra en el umbral de la pobreza en España. Y todo esto está sucediendo mientras el Gobierno de Rajoy se esfuerza en recortar más en dónde más daño se hace: se reducen las partidas presupuestarias que se destinan a aliviar los efectos de la crisis y se deja a los ciudadanos sin abrigo y sin protección.
Curiosamente, el hombre que se ha suicidado en el barrio de la Chana en Granada no estaba en paro, regentaba una papelería en la que vendía prensa diaria, pero su negocio se hundía por la crisis y no podía hacer frente a los pagos de la hipoteca de su casa. Esto quiere decir, que hay muchos ciudadanos que a pesar de tener un empleo, o un pequeño negocio, las condiciones de vida han empeorado tanto con la crisis que malviven y se encuentran dentro de ese porcentaje cada vez más amplio de españoles que están por debajo de los límites de la pobreza. Los recortes en el Estado del Bienestar acentúan esta situación al dejar de proporcionar la cobertura social necesaria para atajar situaciones como esta.
El hombre que se ha suicidado en Granada ha dejado de ser un problema para el Banco al que debía esa deuda que ha pagado con su vida. Pero este hombre, se ha convertido también en un ejemplo del grave problema social al que debe enfrentarse el Gobierno del Partido Popular.
Un país con estas cifras de desesperados y de niveles de pobreza se encuentra al borde del colapso social. Parecen no querer darse cuenta. Siguen caminando por el camino equivocado, recortando y recortando y ahogando cada vez más la economía. Pero eso sí, los beneficios de la banca no se tocan, y se enjugan sus pérdidas con los dineros destinados al bienestar social. Tampoco se toca a las grandes fortunas, y se permite una amnistía fiscal vergonzosa y socialmente antipedagógica, porque desprestigia a la Hacienda Pública a unos niveles difíciles de corregir en el futuro.
Será por eso por lo que se esfuerzan todos los días en distraernos con “banderías nacionales” y con problemas identitarios.
El hombre que se ha suicidado en Granada sí que tenía un auténtico problema identitario, pertenecía a una clase abandonada a su suerte. Pertenecía al mismo grupo que la inmensa mayoría de los españoles, era un ciudadano, ¿acaso abocado al paro, o a la pérdida de su negocio y de su vivienda? Este hombre seguro que compartía parecidos problemas vitales que un ciudadano vasco, o catalán o gallego…o de Sebastopol. Necesitaba ganarse la vida, trabajar para vivir con dignidad y tener un techo. También necesitaba derechos que tenía y ha perdido. Como todos nosotros, estamos perdiendo derechos que necesitamos para enfrentar la existencia con dignidad. ¿Hasta dónde podremos resistir?