Efectivamente, el ministro vaticina, por un lado, que en el segundo trimestre de 2013, tras cuatro años de sistemáticos retrocesos, España habrá creado empleo neto. Por otro lado, unos días antes, en la amplia entrevista concedida a “El País” el 14 de julio, aseguraba que “ahora vamos a una economía muy distinta con más competitividad y productividad” (la negrita es mía). Resumiendo, estaríamos asistiendo, según él, a una fase en la que la recuperación está ya en marcha y en la que se viene consiguiendo más empleo y más productividad.

Lo que dice el señor De Guindos tiene algo de misterioso. Pues no se sabe bien cómo pueden mejorarse, a la vez, la productividad y el empleo sin que haya crecimiento económico. O lo uno o lo otro. El Banco de España acaba de publicar datos donde aparece que seguimos en recesión, aunque algo más leve, y donde tampoco se atisban mejoras para el inmediato futuro. Si eso es así y si la productividad sigue siendo el resultado de dividir la riqueza que se crea –el PIB- por el trabajo utilizado para crearla –el empleo- es obvio que cuando el PIB arroja cifras negativas o se estanca todo aumento del empleo o empeora inexorablemente la productividad. Esta regla es la que explica que en los últimos años haya mejorado la productividad, aun estando la economía en recesión, por la sencilla razón de la brutal pérdida de empleos. Claro es que todo esto es lo que veníamos entendiendo los ciudadanos hasta la buena nueva del señor De Guindos. Si ocurre lo que nos cuenta no van a ser pocos los que recuerden lo de los panes y los peces. Visto así, empezaría a tener sentido que el señor Wert, con su reforma educativa, trate de potenciar la asignatura de Religión, quizás porque en las filas del PP los hay empeñados en que no sólo recuperemos la fe en los milagros sino que comprobemos que ellos están dispuestos a realizarlos directamente.

Es una lástima que aliados ideológicos del Gobierno, como son los redactores de los informes sobre España de la OCDE, le estén aguando la fiesta, asegurando que el paro subirá un peldaño más –al 28% en 2014- y que el crecimiento económico resultará prácticamente nulo. Quizás para paliar el mal sabor de sus augurios recomiendan que se privaticen los servicios públicos de empleo, idea que tampoco se entiende bien pues, por privatizarlos, no parece que las empresas vayan a crear más puestos de trabajo. Por el contrario, lo probable sería que unos cuantos de los actuales empleados en estos servicios pasaran a engrosar las cifras del paro. Tampoco va a suponer mucho ahorro seguir otra de las recomendaciones de la OCDE, como la de que se supriman las Rentas Mínimas de Inserción que algunas Comunidades Autónomas conceden a las madres solteras y a los discapacitados, siempre que demuestren, unas y otros, que viven emancipados y carecen de ingresos. Sin comentarios.

Afirma nuestro ministro que este es el Gobierno más reformista de la historia de la democracia. Tiene razón, aunque la palabra reformista es demasiado suave para calificar lo que llevan hecho. En todo caso habrá que estar preparados para ver qué nuevas iniciativas ponen en marcha para desbaratar las reglas clásicas de la economía y conseguir estadísticas más favorables a sus intereses.

En fin, con estas cosas y el penoso panorama que no sólo Bárcenas proyecta sobre el país es normal que se afanen en ver la manera de que mejore la maltrecha imagen de la Marca España. Porque debemos estar provocando por ahí una impresión entre el espanto y lo esperpéntico.