El primero de ellos es obvio, pero sometido al actual descrédito de la “clase política” que sólo beneficia a los nostálgicos de las dictaduras, la extrema derecha en sus diversas variantes. Es evidente la necesidad de la defensa de la política, incluso de la mejora de la participación democrática a través de fórmulas complementarias como la democracia participativa. No sorprende que la derecha que nos gobierna haya eliminado la disciplina de “Educación para la ciudadanía”, impulsando en su lugar el adoctrinamiento religioso.

El segundo componente es el de la acción sindical como garantía de equilibrio entre las pretensiones del capital y la defensa de los intereses de los trabajadores. En ese sentido, la negociación colectiva es un elemento crucial para el avance social de un país, al decidir no sólo sobre el salario directo y sus condiciones sino sobre todo sobre el diferido (pensiones, prestaciones diversas, etc.). Esta acción ha de estar garantizada institucionalmente, de ahí el intento de nuevo de la derecha gobernante para desprestigiar los sindicatos, avanzar en la desregulación laboral y limitar los derechos sindicales, como el de huelga, con cualquier excusa.

El tercer componente fue un elemento esencial en la Transición democrática al constituir el soporte de la acción global, la protesta social, el conjunto de manifestaciones ciudadanas reivindicando aspectos distintos y básicos de la dignidad de la vida cotidiana en cada lugar de España. Por ello, no sorprende que el actual Gobierno se empeñe en criminalizar la protesta social con reformas extraordinariamente punitivas hacia este derecho básico, el de manifestación.

Pero es en el cuarto componente, el de la garantía del pensamiento crítico como inherente al buen funcionamiento de la democracia, en donde se aprecia el talante de los actuales gobernantes. Hay que señalar que la realidad social siempre es dialéctica, y que por ello, se erige en acompañante inseparable de la acción global la expresión de la crítica en cualquiera de sus formas. El pensamiento crítico canaliza siempre las contradicciones de la realidad y constituye un pilar del buen funcionamiento democrático. Por esa razón, la decisión del Gobierno del PP de excluir a las revistas de pensamiento crítico como las que puedan representar las organizaciones políticas, sindicales o sociales (Temas, Nuestra Bandera, Gaceta Sindical, o Raíces) del soporte modesto que suponía el apoyo institucional, para volcarse en las de la derecha pura y dura, constituye el mejor ejemplo de su catadura moral y política.