El estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera que se desata hizo ver que había fallado un modelo de crecimiento basado en la creencia difundida en los últimos tiempos sobre la eficiencia de los mercados, lo que condujo a su desregulación, sobre todo del mercado financiero, a la globalización de este mercado sin apenas control, y a la primacía de las finanzas y de los procesos especulativos sobre la economía productiva. Para muchos estaban claras las causas de la crisis. La evolución de los acontecimientos nos está dando la razón.
Para otros economistas, sin embargo, asentados en la cultura de la satisfacción por cómo funcionaba la economía antes de la crisis, tras el periodo inicial de desconcierto que sufrieron, las causas de la crisis no se encuentra en los mercados sino en el fallo de los reguladores y en la política económica de los gobiernos, que llevaron a cabo una política monetaria laxa que condujo a la excesiva expansión del crédito, que llegó incluso a personas poco solventes.
Estos planteamientos han querido dar la vuelta a la tortilla para no reconocer los fallos de su análisis y su error en las predicciones económicas que hicieron, así como en la conclusión a la que muchos llegaron de que los ciclos económicos habían desaparecido de la economía. La ceguera que padecen resulta realmente estremecedora, pero esto nos conduce a contemplar lo difícil que es cambiar determinadas ideas, por muy erróneas que éstas sean. El conservadurismo en la economía es muy grande y el cambio de paradigma que domina durante un tiempo determinado cuesta cambiarlo. De este modo, no se cambian los presupuestos teóricos, sino que se pretende amoldar la realidad a sus planteamientos.
Lo más grave es que se recetan como remedio de la crisis las mismas medidas, e incluso intensificadas, que han conducido al desastre. Pero la crisis lejos de alejarse sigue instalada entre nosotros. Las inestabilidades financieras que se están viviendo en las últimas semanas y la incertidumbre que se está creando son un síntoma de lo que decimos. Antes fue Grecia, ahora Irlanda, se habla de cuál va ser la próxima economía en caer… Portugal, España, Italia. Da igual las medidas que se tomen de ajuste pues los mercados parecen insaciables. Las políticas de ajuste a su vez retrasan la posible recuperación, son muy costosas socialmente, y están generando conflictos en las diferentes sociedades.
Entramos en un periodo de inestabilidad económica y social y la inseguridad crece. Se sigue persistiendo en el error de las medidas tomadas y en dar crédito a economistas que han demostrado su escasa capacidad para analizar el mundo real antes de la crisis y en el transcurso de los acontecimientos. Se persiste en el error y se toman medidas que en ningún caso afrontan las causas de la crisis, sino que pretenden solamente calmar a los mercados cuando esto resulta casi imposible. Lo pueden conseguir en un corto plazo, pero en unos pocos meses las cosas vuelven a ser como antes. El ejemplo de la economía española es claro en este sentido. El plan de ajuste del Gobierno en el mes de mayo calmó las cosas, pero ahora otra vez vuelven los rumores de posibles ataques a la economía española. Ante ello se preconizan más ajustes y la reforma inmediata de las pensiones.
Se han perdido dos años y medio por parte del G-20 para hacer propuestas que transformaran el sistema monetario y financiero internacional, para acabar con los paraísos fiscales, para proceder a una mayor regulación y control de las entidades financieras, y para establecer la tasa Tobin que frene los procesos especulativos. Las consecuencias de no llevar esto a cabo las estamos viviendo en el día a día, con la guerra de divisas y con los ataques que sufren determinados países. Por cierto, ¿dónde se han metido todos aquellos economistas y políticos que alababan tanto el modelo irlandés?
La crisis es más grave de lo que se suponía porque la contaminación del sistema financiero era muy alta, como consecuencia de la búsqueda de beneficios rápidos y fáciles, y su opacidad contribuye a impedir un diagnóstico adecuado sobre lo que la crisis puede durar. Si no se afrontan con valentía los males de este sistema y no se pone coto al exceso de poder de los mercados, estaremos perdidos. La crisis se mantendrá, no se recuperará el empleo de un modo significativo y las políticas de ajuste harán más difícil la vida a las clases trabajadoras e intermedias.