El crecimiento del número de hambrientos que está teniendo lugar, a pesar de algunas medidas adoptadas en los últimos años, demuestra que los problemas del hambre no pueden esperar. Tienen que ser atajados de manera inmediata, porque el hambre no es cosa para dentro de tres, cinco o diez años, sino que es una URGENCIA DE HOY.
De ahí la desilusión manifestada por algunos, que pensaban que el considerable eco mediático alcanzado por esta reunión hacía esperar soluciones más radicales e inmediatas. El problema es que los expertos y los gobernantes no siempre tienen ideas claras sobre qué hacer. Muchos de ellos se debaten aun entre el simple recurso a la “chequera” o la confianza simplista en que la solución está en posibilitar el libre “juego del mercado”, eliminando proteccionismos y barreras. Mientras tanto, la realidad del hambre no espera, posiblemente con previsiones de mayor agravamiento dada la evolución de las circunstancias climáticas, la espiral de precios de los combustibles y las incertidumbres económicas mundiales.
Por eso ahora se esperaba algo más de la Cumbre de Roma, en la que al final sólo unos pocos países han llegado a compromisos concretos, entre ellos España, que ha anunciado una aportación adicional de 500 millones de euros para contribuir a paliar estos problemas.