Urkullu y compañía han cuestionado día tras día la legitimidad democrática del nuevo Lendakari socialista, han reivindicado la estrategia frentista de Ibarretxe, y han protagonizado marchas anacrónicas al más puro estilo Arana. La dirección del PNV ha decidido incluso “castigar” al Gobierno de España, sumando sus votos a los del PP en las Cortes Generales, al margen de cualquier coincidencia ideológica y programática, en clave de pura desestabilización.

Y justamente ahora, cuando el líder vasco del PP Basagoiti ha desvelado que los diputados populares de Álava tienen firmada ya la moción de censura contra el PNV gobernante en la Diputación, aparece esta “oferta”. Si la intención era sorprender, lo han logrado. Si la intención era bloquear el pacto PP-PSE en Álava, quebrando el argumento del nacionalismo desestabilizador, el oportunismo ha sido tan evidente como falto de crédito.

No obstante, nunca hay que rechazar la mano tendida. Euskadi y su Gobierno necesitan de un PNV comprometido con la estabilidad. España y su Gobierno necesitan de un PNV en línea de combate contra la crisis y el desempleo.

Al propio PNV le conviene demostrar que es un partido serio y responsable en el poder y fuera del poder. Deben “desinstitucionalizar” su estructura y su discurso; deben asumir que un partido es solo una “parte” de la sociedad; deben interiorizar que el País Vasco también se puede gobernar sin ellos; y deben compartir con el resto de los demócratas la convicción de que ETA no es un componente trágico del “problema vasco”, sino una banda de criminales que hay que encarcelar.

Puede que no estemos ante la oportunidad sino tan solo ante el oportunismo. Pero merece la pena explorar el camino.