Hace ya cuatro años, en esta misma página web, escribía sobre el riesgo de que la crisis económica y social se convirtiese en una crisis política (La tercera crisis). En ello estamos hoy. En Grecia ha ganado el voto de lo que se llama la extrema izquierda, en realidad el voto de la desesperación. En Francia, los sondeos, y la última elección parcial de un diputado lo ha confirmado, señala que el Frente Nacional, organización calificada de extrema derecha, está a las puertas del Poder. En España, los sondeos apuntan a que el nuevo estamento político, no me atrevo a llamarle aún formación, Podemos, sería el más votado en las elecciones. Que sean de extrema derecha o de extrema izquierda o indefinida, las nuevas ofertas políticas tienen varios puntos comunes. Desde hace lustros se sabe que los extremos se juntan, y la alianza entre Syriza y un partido de derechas ultra nacionalista y anti-europeo lo demuestra.
Como lo escribía, al final del siglo XIX, Pablo Iglesias, el verdadero, no el sucedáneo, “Porque la sociedad es injusta…”, la rebeldía está más que justificada. Pero no una rebeldía ciega. Las organizaciones obreras que, a raíz de tales conclusiones se organizaron, no pregonaban cualquier cosa de cualquier manera. En nombre de la justicia social no hablaban de poder hacer la revolución, sino de deber hacerla. Y existe una notable diferencia entre los dos verbos. Lo primero que imponían era la militancia. Esta palabra, hoy casi olvidada, suponía que el “revolucionario” se comprometía con sacrificios en su vida diaria en favor de su ideal y de su organización. Suena a anacronismo, ¿no? Hoy uno se manifiesta desde su ordenador o subiendo a un autobús que le lleva a Madrid, a la Puerta del Sol, a jalear al nuevo Jefe.
¡Qué fácil es! cuarenta años más tarde, calumniar al proceso de la Transición democrática, por parte de ciudadanos que nunca tuvieron que arriesgar, y ojalá no tengan nunca que hacerlo, un día de su libertad ni una gota de su sangre, para luchar contra la Dictadura, ya olvidada! ¿Habríamos conseguido superarla con una formación política como Podemos? ¿Y con sus líderes?
En Grecia, en Francia, en España, creciendo sobre el abono del paro, de la precariedad, de la extensión de la pobreza, de la injusticia, también de inadmisibles corruptelas, fructifica un discurso de rechazo, contra el UMPS, siglas que reúnen la derecha y el partido socialista en boca de Marine Le Pen, o de la Casta, como los llama Iglesias. ¿No recuerda esto la denuncia de la conspiración judeo-masónica? El rechazo, por ser responsables, designa de antemano los culpables del fracaso ulterior y previsto de la política defendida. Los populismos siempre han seguido el mismo camino: primero se designa a la vindicta popular responsable de la situación, cuando se fracasa se los estigmatiza como conspiradores contra la voluntad popular, y un paso más, con ello, se justifica la limitación, cuando no la supresión, de la libertad. No es cosa de los años 30. Lo vemos hoy en Venezuela con el Chavismo, que los promotores de Podemos bien conocen y aprecian.
Otra de las similitudes entre las opciones populistas es culpar a los demás de todas las desgracias del país. Acusan a quienes no piensan como ellos en el país, a los otros países, a Alemania, a Europa … Pero nunca a sus ciudadanos de un país libre, que han tenido y siguen teniendo su destino en sus manos y escogen a sus representantes y a su Gobierno. Cojamos un ejemplo: la burbuja inmobiliaria. No es poca cosa. Es una de las particularidades españolas de la crisis. Ciertamente los gobiernos, Popular por haberla iniciado, Socialista por no haberla parado, tienen gran responsabilidad. Pero, ¿cuál es la de los ciudadanos? ¿Hubiera existido si tantos españoles no se hubieran precipitado sobre la especulación, los empréstitos, la perspectiva de ganar dinero fácilmente? Vivimos de prestado, conscientemente. Cuando Gallardón acumulaba deudas faraónicas sobre Madrid, los madrileños le votaban sin ningún reparo. Cuando empezó la crisis, ¿de quién era la Deuda?, ¿Del Estado o privada? Cuando los poderes locales malgastaban en infraestructuras inútiles, pero personalmente provechosas, cuando esto lo denunciaba la oposición, ¿no se veían tales poderes ratificados en su mala gestión por el voto libre de sus ciudadanos? Ahora parecen triunfar quienes, no sólo, no condenan esta actitud consumista, desmemoriada, pasotista, sino que proclaman solemnemente que lo que se debe no se tiene que pagar. Nunca Pablo Iglesias, el verdadero, hubiera proclamado tal exceso.
Obama tuvo la genialidad de pronunciar el célebre: “We can”, en castellano, Podemos. Las últimas elecciones en Estados Unidos han demostrado que no era tan certero como lo creía. Pero la palabra española, podemos, se ha transformado en el intitulado de una formación populista que a la hora de concretar su programa podría repetirla: “Haremos lo que podamos, como podamos, cuando podamos, pero votarnos”. Siempre el mismo verbo, poder, para llegar al sustantivo, Poder.
Desde luego es un cambio radical en la fraseología de izquierdas. Sus partidos estaban más acostumbrados a utilizar el verbo Deber. Al escribir su revolucionario panfleto ¡Indignaos!, Hessel recordaba al programa social del Consejo Nacional de la Resistencia. No se le ocurrió nunca desvalorizar los Resistentes, aunque de ellos surgiese la Cuarta República, como ahora lo hace Iglesias con quienes, desde la clandestinidad o el exilio, obtuvieron la libertad para nuestro país. Pero además Hessel insistía en los Deberes de cualquier ciudadano.
Nadie puede negarnos nuestros derechos, y los de los más pobres se vulneran y pisotean a diario y no se ve en un horizonte próximo el cambio necesario frente a las crecientes desigualdades, pero conviene señalar que, por dar un ejemplo, en Francia, a pesar de todas las dificultades, el gobierno socialista ha conseguido que, hoy, la renta del capital no supere en crecimiento la del trabajo, recuerdo que renta del capital no es lo mismo que patrimonio (ver Piketty). Con razón se habla mucho de los deberes de los políticos, deberes que unos cuantos vulneran escandalosamente, pero ¿quién habla de los deberes del ciudadano ?
Esos deberes que son insoslayables para que la democracia sea viva y eficaz: participación, compromiso, solidaridad, tolerancia, honradez, educarse e informarse…
Obama proclamó ¡we can!, ¡Podemos!, Kennedy pidió que cada ciudadano se preguntase:¿Qué hago yo por mi país? ¿No es eso la base de la Democracia?