Desde el inicio de la misma, hace ya más de dos años, se ha ido repasando la incidencia y efectos de las distintas políticas, condicionantes y acontecimientos globales y nacionales sobre aquellos aspectos de singular incidencia ambiental y territorial (bienestar, patrimonio natural y cultural, patrimonio, o capital productivo territorial, patrimonio o capital humano, etc.). En estos dos años, y sobre todo en 2012, se han producido cambios de singular trascendencia sobre estos elementos y, muy en particular, en el capítulo del bienestar de la población. Los que en otros capítulos hemos denominado “condicionantes globales” han tenido mucho que ver en este deterioro, pero ya se ha ido señalando que han sido los elementos específicos de este país (fundamentalmente la burbuja inmobiliaria, la especulación financiera, el endeudamiento de empresas y familias, y la incorrección de las políticas públicas con su subordinación economicista de los aspectos socio-ambientales) las que han llevado a una situación particularmente negativa para los ciudadanos, y muy particularmente para los trabajadores y las clases medias. Y también contrastaremos hasta qué punto se han cumplido las previsiones que se hacían en enero y febrero de 2012, sobre el inicio de una época marcada por una contrarreforma regulatoria que retrotraería a la sociedad española a las primeras etapas de la democracia en algunas libertades sociales y en el medio ambiente, o a las últimas del franquismo en algunos de sus aspectos más negativos.

El primer capítulo necesario, al que dedicaremos este primer artículo, es el de la evolución que se había previsto para 2012 sobre los condicionantes internacionales a la evolución de la situación en España, los cambios reales registrados y la evolución esperable para 2013 en los mismos.

El 11 de enero de 2012 señalábamos que el año 2012 se iniciaba con muy malos presagios en casi todos los campos y, cómo no, también en el de las Políticas de la Tierra. Como marco para las mismas se preveía la continuación de las tensiones económicas en la Unión Europea y una relativa marginación de las políticas ambientales y territoriales; y así ha sido en ambos aspectos, con más incidencia en la clara caída en su evolución económica. En el aspecto positivo no había demasiadas buenas previsiones. La primera, tal vez, era el hecho de que la Presidencia del Consejo Europeo, en el primer semestre del 2012, correspondía a Dinamarca, con unas intenciones manifestadas de avanzar en la competitividad de Europa y en su crecimiento económico sin incrementar el consumo de recursos y de energía. Pero la “real politik” alemana centrada en la austeridad y la restricción a la intervención del BCE y de la propia Unión Europea en defensa de la delicada situación de los países periféricos, ha sido el elemento dominante en el conjunto de la Unión, durante 2012, con efectos muy negativos para países como España.

La previsión de que los aspectos ambientales y territoriales pasarían a un segundo lugar ante la vuelta al economicismo desacerbado, por efectos de la crisis, era un riesgo grave para los resultados esperables de la Cumbre Rio+20, a celebrar en junio de 2012. Y ello pese a que el Gobierno de Dinamarca, presidente de turno de la UE, hubiera manifestado su intención de trabajar por un cambio en el modelo económico hacia la economía verde global. Pero, efectivamente, la Cumbre de Rio+20 ha estado muy lejos de poder ser considerada un éxito, significando avances mínimos en la consecución de sus objetivos, e incluso retrocesos en algunos de los presentes en la Cumbre de Río de 1992.Y también en el seno de la UE la incidencia de la crisis económica ha situado en un segundo lugar los temas ambientales y de sostenibilidad del desarrollo. Uno de los pocos avances significativos en estas materias ha sido la aprobación de la Directiva de Eficiencia Energética en línea con los contenidos de la Hoja de Ruta hacia una Economía Descarbonizada de la UE para el año 2050, como exigencia imprescindible para luchar contra el cambio climático, la dependencia energética y el incremento de la competitividad de la UE en un mundo globalizado.

Porque, efectivamente, los principales condicionantes globales que definíamos para España, en 2012, estaban ligados, desde el punto de vista ambiental, a los problemas del cambio climático y a la sobreexplotación de los recursos y de las materias primas, con su creciente riesgo de crac ecosistémico y de incremento de los costes de sus importaciones para países como España. Y ello junto a la gravísima crisis económico-financiera europea y americana, permitía prever que afrontábamos un cambio de época, determinado tanto por el crecimiento de la huella ecológica de una humanidad demográficamente creciente, como por la superación de los límites de biocapacidad del Planeta. Esta situación no ha cambiado y el proceso de deterioro sigue en marcha, acompañado de un crecimiento demográfico mundial que no se ha detenido, ni hay visos de que pueda remitir en los próximos veinticinco años.

La creciente población, cada vez residiendo en un mayor porcentaje en ciudades, unida a un creciente consumo energético y de recursos per cápita (imposible de generalizar al nivel de los países desarrollados para todos los habitantes del Planeta, como es la tendencia implícita) y a una generación de residuos también en ascenso (la producción de residuos sólidos urbanos ha pasado de unas 68.000 millones de toneladas totales por año, de principios de siglo, a unos 1.300.000 millones de toneladas por año totales en la década actual) plantean la intensidad de la insostenibilidad del modelo actual, que se ha incrementado durante 2012, y previsiblemente lo seguirá haciendo durante 2013, dada la dinámica implícita a tendencias que se están acelerando sobre procesos como: los que nos muestran que, entre 2000 y 2010 se halla perdido del orden del 53% de la cobertura vegetal primaria del Planeta; se esté incrementando la pérdida de biodiversidad y de ecosistemas, que hacen que dos terceras partes de los servicios proporcionados por la naturaleza a la humanidad estén en reducción y en riesgo; o se halla incrementado la degradación de los mares, con un más de un 85% del stock pesquero sobreexplotado o agotado, una creciente acidificación por el CO2 absorbido ante las altas concentraciones atmosféricas del mismo, y un fuerte incremento de la contaminación por fósforo y nitrógeno usado en agricultura, lo que está dando lugar a crecientes zonas muertas en nuestros mares.

Todos estos procesos podrían ser, hasta cierto punto, controlables y reducibles si se adoptaran las medidas necesarias a nivel global. Medidas que se conocen y que son técnicamente viables y compatibles con un mayor desarrollo social. Pero no es previsible que 2013 vea la puesta en marcha del cada vez más imprescindible cambio de rumbo en políticas públicas que piensen más allá del PIB, se centren en los intereses generales de las personas a largo plazo, y subordinen a estos a los dominantes intereses a corto plazo del capital. Y ello pese a que algunas de las consecuencias de estos procesos, como lo acontecido con el cambio climático, sean cada vez más evidentes y sus efectos cada vez más graves para la sociedad.

Es ya imposible la corrección del cambio climático para tener más del 50% de posibilidades de que la temperatura media se incremente en menos de 2ºC, y existe el riesgo a que pueda llegarse a superar los 6ºC a final de siglo. Se ha registrado un incremento del 38% medio anual en las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, con una concentración media de dióxido de carbono equivalente, que muestra que ya con la situación actual de concentración de gases la temperatura media global aumentará entre uno y tres grados centígrados a mediados de siglo, y de dos a cinco grados a finales del mismo; lo que generará pérdidas de miles de millones de euros y afectará gravemente a sectores económicos como el turismo y la agricultura, a los balances hídricos, al sistema forestal, ecosistemas y, de manera directa e indirecta, a la conservación de la biodiversidad, así como al incremento del riesgo litoral, como consecuencia del incremento esperado en la intensidad y gravedad de los temporales y del progresivo incremento del nivel de los mares.

Esta situación exigiría medidas urgentes de mitigación y adaptación ante consecuencias que se estiman desastrosas por los efectos que puede tener la desaparición de la capa de hielo del Ártico que, según los últimos datos, podría desaparecer en el verano de 2016, con incidencia no conocida sobre las corrientes marinas por la magnitud del agua incorporada al mar y por la conexión libre entre Atlántico y Pacífico por el casquete norte. Este hecho es universalmente conocido y científicamente contrastado, pero los Gobiernos prefieren mirar hacia otra parte ante un problema que, desgraciadamente, todavía no afecta de manera inmediata a los votos que les permiten mantenerse en el poder. Y así, otra de las cumbres mundiales, la COP de Cambio Climático celebrada en Doha a finales de noviembre y principios de diciembre de 2012, resultó lamentablemente, un previsto fracaso. Y en esta ocasión, con la colaboración de los medios de comunicación, que nunca en las últimas cumbres celebradas (Copenhagen en 2009, Cancún en 2010 y Durban el 2011) habían dedicado tan poco espacio o se habían desatendido de la manera en que lo han hecho en este año 2012. Y ello pese a que los efectos del huracán Sandy en EEUU y la mayor frecuencia y efectos más negativos de temporales en todo el mundo y su relación con el cambio climático hubieran podido prever una creciente alarma social.

Pero, aunque no todo es negativo, el balance final de Doha cabría definirlo como un triunfo de las empresas más contaminantes ante la excusa de que el empleo y el PIB están por encima del largo plazo en una situación de crisis. Porque la realidad es que, como se había previsto, se han alcanzado decisiones de escasas repercusiones, pudiendo citar sólo en el lado positivo, que se ha ampliado el tratado de Kioto hasta 2020, pero con la desvinculación final de Japón, Rusia, Canadá y Nueva Zelanda, con lo que el compromiso afecta sólo al 15% de las emisiones contaminantes mundiales (con la UE incluida, aunque con reticencias crecientes de algunos de sus países, y con el actual Secretario de Estado de Medio Ambiente español todavía declarando en el Congreso que el conocimiento científico del cambio climático todavía es “incierto en algunos ámbitos” y que si cumplen con las normas europeas es únicamente para evitar las sanciones que se pueden derivar de su incumplimiento). También es positivo que se haga referencia a un vago compromiso de acuerdo para 2015, que deberá sustituir a Kioto cinco años más tarde, o a un compromiso de los países ricos de compensar a los pobres por las pérdidas que se deriven del cambio climático, aunque es en 2013 cuando este compromiso habrá de concretarse.

Pero, en síntesis, las previsiones iniciales, en 2012, eran negativas y se han materializado claramente. El modelo de desarrollo actual es un modelo basado en un consumo energético creciente de energía, fundamentalmente petróleo y combustibles fósiles, incentivado por unos costes de producción y unos precios relativos reducidos porque no incorporan los negativos efectos externos que soportamos todos los ciudadanos. Pero esta situación está claramente cambiando ante unas tendencias al fuerte alza en el coste de producción de la oferta disponible, y ante un fuerte incremento de la demanda mundial que tienden, conjuntamente, a disparar los precios esperados para el petróleo y el resto de las energías, lo que pone en cuestión la viabilidad de los patrones de desarrollo vigentes, afectando ya no sólo a las emisiones de gases de efecto invernadero y el consiguiente cambio climático, sino a algunas de las bases de funcionamiento de la actual sociedad capitalista de consumo.

En 2013, como cada año, el mundo requerirá mayores recursos. Para 2030 el mundo necesitará un 50% más de alimento, un 43% más de energía y un 30% más de agua potable, al mismo tiempo que esta oferta es cuestionada por los límites ambientales del Planeta. Y las tendencias destacables nos llevan a que estamos destruyendo la base productiva, el patrimonio que nos proporciona el bienestar, e incluso que nos permite subsistir en el Planeta. Indicadores como la relación entre huella ecológica y biodiversidad nos señalan que para 2030 se necesitarían más de dos planetas en la dinámica actual para solventar las necesidades de consumo y reciclado de la contaminación.

Adicionalmente a la creciente población mundial se preveía un fuerte crecimiento de las desigualdades sociales que, efectivamente, se ha producido a lo largo de 2012, según las últimas estimaciones de la OCDE y del Banco Mundial. Y se prevé que estas desigualdades se sigan incrementando muy sustancialmente a lo largo de 2013, como consecuencia de la participación creciente de los beneficios especulativos y del capital productivo en el reparto de la tarta del valor añadido económico global. Se inicia el nuevo año con más de mil millones de personas viviendo en la pobreza extrema y con decenas de millones sin trabajo, en un marco en que internet ha permitido una expansión y poder desmedido a la especulación financiera, y favorecido la concentración de la riqueza en manos de especuladores, convirtiendo a esta especulación en la principal forma de acumulación de capital contemporánea.

Por otra parte, los llamamientos para corregir estas tendencias de organizaciones internacionales, como Naciones Unidas (ONU), son desoídos, y la representatividad democrática indirecta -y muy lejana a la población- de la ONU es sustituida en aspectos claves del Gobierno Mundial por grupos (G8, G20) o instituciones (FMI, Banco Mundial, Banco Central Europeo,…) aún menos democráticos y representativos, y gobernados frecuentemente por personas con fuertes lazos de relación con el poder económico global, que sigue manteniendo sus periódicas reuniones para “aconsejar” las políticas convenientes a las organizaciones correspondientes.

2012 se iniciaba en el marco de una crisis económico-financiera del mundo desarrollado, donde el poder económico, beneficiado por una globalización financiera y unas ventajas de deslocalización inmediata del capital a través de internet, se había convertido en un poder político real y transnacional. 2013 no presagia ningún cambio en esa situación, aunque la preocupación que está generando en el poder económico el malestar y contestación de ciertos grupos sociales, permite prever medidas de maquillaje en los medios para tratar de disfrazar la situación.

Pero la evolución prevista -y registrada durante 2012- de unos ciudadanos que veían reducidas sus defensas democráticas y su capacidad de exigir a los gobiernos elegidos en las urnas que defiendan una política y unos intereses generales, que generalmente chocan con los intereses de los propietarios del capital, ha llevado al resultado -previsto y registrado- de una desafección creciente del ciudadano con los políticos; y a un riesgo, afortunadamente no producido en 2012, pero también creciente durante 2013, de llegar a situaciones no democráticas más fácilmente controlables por el poder económico.

En todo caso, la confianza en los partidos políticos y en los propios políticos, en países como España, ha empeorado a lo largo de 2012 y se inicia 2013 con una valoración mínima de los políticos y una desafección y credibilidad decreciente de su honradez y de su defensa de los intereses generales. Casos como los difundidos por los medios de comunicación sobre políticos catalanes o sobre el partido en el Gobierno en estos dos últimos meses, no hacen más que profundizar en un desprestigio de los políticos, sobre el que, incomprensiblemente, no parece que se produzcan reacciones significativas de éstos que permitan atajar un problema que puede llegar a ser extraordinariamente grave para este país.

Cambios como la elección de un nuevo Presidente de Gobierno en España o la imposición de Gobiernos de tecnócratas en Grecia e Italia poco han incidido en la mecánica de funcionamiento de los mercados financiero-especulativos globales, que siguen rigiéndose por la obtención de beneficios a muy corto plazo, con base en las expectativas de variaciones en los tipos de cambio y en las fluctuaciones de precios de activos y materias primas generados por sus propias actuaciones. La crisis del sistema financiero la estamos pagando entre todos los ciudadanos ante la lenta y clara insuficiencia del goteo de medidas de la Unión Europea y del área euro, y la consiguiente degradación de la situación económica europea (en contraste con el cambio de evolución de EEUU ante la adopción de medidas de reactivación de la economía) o la continuación de medidas de trasvases de renta, vía el diferencial entre los tipos de préstamos del Banco Central Europeo a los bancos y el tipo que estos cobran por la deuda pública de los países como España, que benefician fundamentalmente –a costa del conjunto de los ciudadanos- al sector financiero que ha sido el origen de la crisis actual.

En síntesis, las previsiones ante las políticas globales y en el seno de la UE en marcha, son las de que en España nos espera un 2013 con una profundización en la recesión y en la agudización de los problemas de las Políticas de la Tierra, en un marco caracterizado por un cambio global que nunca ha sido tan rápido como en la actualidad.

¿Percibirá a tiempo la población la gravedad de estos cambios y obligará a los políticos a un cambio de comportamiento, y de enfoque en los objetivos de sus medidas, centrando éstas en el bienestar de los ciudadanos y no en los intereses del capital especulativo? Aunque necesariamente hay que ser escéptico, esperemos que con una información y movilización creciente seamos capaces de abrir un nuevo camino a la esperanza.