Dejar atrás esa pesadilla es un logro importante de todos. Y al Gobierno de Rodríguez Zapatero le va a corresponder el honor de pasar a los libros de historia como el gobierno, durante cuyo mandato, se llegó al fin del terrorismo de ETA, que tanto dolor ha causado y tantos quebrantos ha producido a la sociedad española y muy especialmente a los vascos. El hecho de que Alfredo Pérez Rubalcaba haya estado al frente del Ministerio del Interior durante el último período que ha conducido a este desenlace no es, desde luego, algo intrascendente.

Algunos analistas nacionales e internacionales han señalado, no obstante, lo incongruente y extraño que ha resultado que un anuncio tan importante, y que nos sitúa ante escenarios diferentes, haya venido acompañado de una estética que resulta, cuanto menos, anómala y desfasada. La imagen de unos dirigentes de ETA encapuchados y con boina, con un escenario de fondo tan “underground”, es obvio que se corresponde poco con la nueva situación. E incluso puede contribuir a que tenga menos credibilidad para algunos.

Por eso ETA y sus dirigentes tienen que quitarse, de una vez, sus capuchas y comparecer a la luz del día, mirándonos de frente a la cara. Y cuanto antes lo hagan mejor, al tiempo que entregan sus armas.

Los beneficios de este paso son muy importantes para todos. En primer lugar para el sentido profundo de la democracia y de la paz. Lo que significa, en el fondo, para el respeto a la dignidad de los seres humanos. Pero los beneficios los va a notar muy particularmente la sociedad vasca en general, su economía y la riqueza de su vida política y cultural. También va a ser beneficiaria de manera inmediata la izquierda nacionalista vasca, que liberada del peso de un terrorismo que casi nadie podía ya comprender ni apoyar, se va a situar en condiciones de emprender una nueva etapa de mayores potencialidades.

Y, sobre todo, está el sufrimiento. Erradicar el sufrimiento. La paz, esta paz, es la oportunidad para poder fin a tanto dolor injusto, innecesario e inhumano, que no conducía a ninguna parte. Por eso, el paso que se ha dado debería ir acompañado de inmediato de otros que muestren claramente que todos estamos dispuestos a contribuir, con generosidad e inteligencia, para apoyar e impulsar la senda de la paz, la democracia y la reconciliación.